ARGEL (Reuters) - Treinta y siete trabajadores extranjeros y un argelino murieron en una planta de gas ubicada en el desierto y cinco personas continúan desaparecidas tras el ataque lanzado por insurgentes islamistas, dijo el lunes el primer ministro de Argelia, que adjudicó la dirección del asalto a un hombre canadiense.
El primer ministro Abdelmalek Sellal dijo que 29 insurgentes islamistas murieron y tres fueron capturados con vida cuando las fuerzas argelinas recuperaron la instalación el sábado, poniendo fin a la peor crisis internacional de rehenes en décadas.
La mayoría de los hombres que participaron en la toma de rehenes, que duró cuatro días, eran originarios de varios estados del norte y el oeste de Africa.
Algunos datos todavía eran difíciles de confirmar, debido a que había cuerpos calcinados que impedían un reconocimiento. Las fuerzas argelinas seguían patrullando la zona.
El episodio es un duro golpe a la confianza en la seguridad de la industria de la energía argelina, vital para el desarrollo del país, y ha puesto la atención en los insurgentes islamistas en la región del Sahara. A esa zona, pero en Mali, Francia envió soldados para luchar contra rebeldes que obtuvieron armamento de Libia.
De los 38 rehenes fallecidos, de un total de unos 800 trabajadores en la instalación de gas de In Amenas, siete seguían sin ser identificados, dijo Sellal, quien destacó que se cree que son extranjeros.
Más temprano el lunes, una fuente de seguridad argelina dijo a Reuters que documentos encontrados tras registrar los cuerpos de dos milicianos los identificaron como canadienses, después de que fuerzas especiales revisaran el complejo tras el letal desenlace del asedio.
"Había un canadiense entre los milicianos. Estaba coordinando el ataque", dijo Sellal a periodistas.
El canadiense fue identificado como Chedad.
El veterano combatiente islamista Mokhtar Belmokhtar se adjudicó la responsabilidad del ataque perpetrado en nombre de Al Qaeda, y una fuente oficial argelina dijo que entre los atacantes había personas que no eran africanas.
Trabajadores estadounidenses, británicos, franceses, japoneses, noruegos, filipinos y rumanos resultaron muertos o desaparecidos como consecuencia del ataque de los islamistas, que lo describieron como una represalia por la intervención militar de Francia en Mali.
Sellal dijo que en un principio los atacantes habían tratado de secuestrar un autobús que transportaba a trabajadores extranjeros a un aeropuerto cercano para tomarlos como rehenes.
"Comenzaron a disparar al autobús y recibieron una firme respuesta de los soldados que escoltaban el vehículo", explicó el primer ministro. "Fracasaron en su intento, que era secuestrar a los trabajadores extranjeros del autobús".
Sellal dijo que fuerzas especiales y unidades del ejército fueron desplegadas contra los milicianos, que habían colocado explosivos en la planta de gas con el objetivo de volarla.
Un grupo de insurgentes trató de escapar en algunos vehículos, cada uno de los cuales transportaba también tres o cuatro trabajadores extranjeros. Algunos llevaban explosivos adosados al cuerpo.
Tras lo que llamó "una feroz respuesta de las fuerzas armadas", los vehículos de los atacantes chocaron o explotaron y uno de sus líderes murió allí.
YIHADISTA VETERANO
La crisis de rehenes expuso la vulnerabilidad de las operaciones internacionales en las instalaciones de gas y crudo en una importante región productora.
Belmokhtar - un insurgente tuerto que peleó en Afganistán y en la guerra civil de Argelia en los 90, cuando el Gobierno secular se enfrentó a radicales islamistas - vinculó el ataque a la planta de gas con la intervención de Francia en Mali, que busca derrocar a rebeldes extremistas.
"Nosotros, en Al Qaeda, anunciamos esta bendita operación", dijo Belmokhtar en un vídeo, de acuerdo con Sahara Media, una página web regional. Añadió que unos 40 atacantes participaron en la operación, más o menos coincidiendo con las cifras del Gobierno sobre combatientes muertos y capturados.
Belmokhtar exigió el fin de los ataques aéreos de Francia contra los combatientes en la vecina Mali.
La campaña militar francesa comenzó cinco días antes de que, al amanecer del miércoles, milicianos en Argelia tomasen la planta ubicada en el medio del desierto, que produce el 10 por ciento de las exportaciones de gas natural del país.
Sin embargo, altos cargos estadounidenses y europeos dudan de que un ataque tan complejo pueda haber sido organizado lo suficientemente rápido como para haber sido concebido como una respuesta directa a la intervención militar francesa.
La organización que se atribuyó la toma de rehenes, la Brigada Mulathameen, también amenazó con perpetrar más ataques similares si las potencias occidentales no suspendían lo que describió como un asalto a los musulmanes de Mali, de acuerdo con el servicio SITE, que realiza seguimientos de declaraciones de islamistas.
En un comunicado publicado por una agencia de noticias mauritana, los autores del secuestro dijeron que se habían ofrecido a mantener negociaciones para liberar a los rehenes, pero que las autoridades argelinas estaban decididas a poner fin a la crisis con la fuerza militar.
La crisis se agudizó el jueves, cuando el Ejército argelino abrió fuego diciendo que los combatientes trataban de escapar con sus prisioneros. Supervivientes afirmaron que las fuerzas argelinas hicieron estallar varios camiones de un convoy que transportaba tanto a rehenes como sus captores.
Cerca de 700 trabajadores argelinos y más de 100 extranjeros escaparon, cuando los combatientes fueron expulsados de la zona residencial del complejo. Algunos secuestradores permanecieron escondidos en la instalación industrial hasta el sábado, cuando finalmente fueron derrotados.
El derramamiento de sangre ha tensado las relaciones de Argelia con sus aliados occidentales, algunos de los cuales se han quejado de que no se les informó la decisión de asaltar el recinto. Sin embargo, Reino Unido y Francia han defendido la acción militar argelina.
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