
Nicolas Sarkozy puede saborear una pequeña revancha. Estos días, el expresidente ha vuelto a estar en el centro de la atención pública, a pesar de que desde hace cinco meses, cuando perdió las presidenciales, casi no ha vuelto a expresarse o a dejarse ver en público.
Ante la serie de malos datos económicos, las principales publicaciones de actualidad política y económica le invocan. "¿Sarkozy tenía razón?", se preguntaba L'Express en una de sus últimas ediciones. Los sondeos dicen que los franceses añoran al exmandatario. Según una encuesta del Instituto Harris Interactive, el 44% de los entrevistados piensa que Sarkozy lucharía mejor contra la crisis que François Hollande.
El anterior presidente galo es una figura omnipresente dentro de su partido, la UMP, que acaba de lanzar unas primarias internas para elegir un sucesor. La última vez que la formación votó para elegir presidente fue en 2004, y Sarkozy consiguió una victoria unánime. No será tan sencillo en esta ocasión. Los militantes de la UMP quedaron desamparados tras la abrupta salida de Sarkozy. "Mi lugar no podrá seguir siendo el mismo", les dijo el exmandatario en el discurso pronunciado la noche de su derrota. Según un sondeo publicado la semana pasada por la revista Le Nouvel Observateur, un 43% de los simpatizantes de la UMP piensa que Nicolas Sarkozy sería el candidato de la derecha con más posibilidades de ganar en las presidenciales de 2017.
Batalla por la sucesión
Entretanto, sus exministros y líderes del partido han lanzado la batalla por la sucesión dejando a la luz del día las profundas divisiones que atraviesan a la derecha francesa y que hasta ahora Sarkozy había logrado aglutinar bajo su figura. Una tendencia gaulista de centro derecha, frente a otra más liberal que no teme flirtear con la extrema derecha de Marine Le Pen. El exprimer ministro François Fillon representa a la primera y Jean François Copé, hasta ahora secretario general de la UMP, la segunda.
Los dos hombres fuertes del partido, cuya rivalidad personal es conocida y viene de lejos, fueron los únicos candidatos que consiguieron presentar los avales suficientes antes del plazo límite, que venció el martes pasado. Los estatutos del partido piden 8.000 avales de militantes, una regla y un sistema de primarias criticado con dureza por los otros tres candidatos declarados que no lograron alcanzar esa cifra y se quedaron fuera.
"Es un ejercicio que no da una buena imagen de nuestro movimiento. Es una democracia que se sitúa en alguna parte entre Corea del Norte y Cuba", dijo sin tapujos Henri Guaino, antiguo consejero y encargado de redactar los discursos de Sarkozy. "Se trata de un proceso anticuado", dijo con más recato la exministra de Ecología, Nathalie Kosciusko-Morizet, otra de las candidatas que no alcanzó los avales.
Dos perfiles opuestos
La campaña oficial arranca el 4 de octubre, y la primera vuelta de la elección se llevará a cabo el 18 de noviembre, durante el congreso del partido. Los militantes tendrán que elegir entre dos candidatos con estilos diametralmente opuestos.
Fillon ha sido uno de los hombres que ha permanecido más tiempo en el cargo de primer ministro, toda la presidencia de Sarkozy. Un matrimonio por conveniencia en el que muchas veces Fillon tuvo que agachar la cabeza. Por ejemplo, cuando Sarkozy dijo de él que era un "colaborador". Pero Fillon, más popular que el propio exmandatario, se volvió imprescindible. El exprimer ministro fue el primero en advertir de la complicada situación de las cuentas públicas, al decir que Francia estaba "al borde de la bancarrota". En temas sociales, como inmigración o la laicidad, mantiene una postura más mesurada que gusta entre la mayoría de los parlamentarios de derecha. Con 45.000 avales de militantes, Fillon parte como el favorito para ganar la contienda.
Pero Jean François Copé no se lo pondrá fácil. El diputado y alcalde de Meaux, un suburbio parisino, lleva años preparándose para suceder a Sarkozy como líder de la derecha francesa. Copé fue ganando poder como líder del grupo parlamentario de la UMP en la Asamblea Nacional durante la anterior legislatura, sin esconder sus ambiciones hasta el punto de llegar a contradecir al propio presidente. El alcalde de Meaux fue el principal promotor de la ley para prohibir el burqa en Francia, y es afín a las facciones más a la derecha de la UMP, las que no temen que se les critique por intentar seducir al electorado de extrema derecha.
Aunque tanto Fillon como Copé aseguran que lo que está en juego es la presidencia de la UMP, ambos tienen la mirada puesta en 2017 y las próximas elecciones presidenciales. Saben que quien tenga las riendas del partido tendrá ventaja a la hora de pelear por la candidatura. Eso si Sarkozy decide no regresar. "Él sigue con atención lo que sucede en el partido", dijo su exministro de Exteriores Alain Juppé. De momento, el exmandatario guarda silencio.