EL CAIRO (Reuters) - El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, modificó el lunes su Gobierno para intentar aplacar una revuelta popular contra sus 30 años en el poder, pero los airados manifestantes rechazaron los cambios y pidieron su dimisión.
Durante el séptimo día consecutivo de disturbios en el país más poblado del mundo árabe, decenas de miles de manifestantes llenaron la plaza Tahrir de El Cairo coreando "Fuera. Te queremos fuera", y cantando el himno nacional.
Los soldados desplegados en las calles y respaldados por tanques fabricados en EEUU y pagados con ayuda estadounidense, no trataron de contener a la multitud, horas después de que comenzara el toque de queda. Helicópteros militares sobrevolaban la zona.
"Me iré a casa cuando se vaya Mubarak", decía una pancarta.
Algunas personas utilizaban teléfonos móviles, instando a amigos y familiares a unirse a ellos durante la noche, esperando reunir manifestaciones masivas para el martes.
Los manifestantes rodeaban a los vendedores ambulantes de comida, mezclándose pobres y ricos. Los soldados se unieron a los manifestantes en las oraciones y varios jóvenes recogían basura.
El nuevo Gobierno de Mubarak no les ha impresionado.
"Esto es todo un sinsentido", dijo el manifestante Omar el Demerdash, un ejecutivo de 24 años, añadiendo: "La petición es clara: Queremos que Mubarak y sus hombres se vayan. Cualquier otra cosa no basta".
El poderoso Ejército parece tener la llave del futuro de Mubarak. Aunque los generales se han contenido ante la revuelta, no han retirado su apoyo a Mubarak.
Las Fuerzas Armadas dijeron el lunes que no utilizarían la fuerza contra los egipcios que piden la dimisión de Mubarak, señalando que la "libertad de expresión" está garantizada a todos los ciudadanos que empleen medios pacíficos.
REACCIÓN DE LA UE Y DE ISRAEL
Haciendo eco de las protestas en las calles, la Unión Europea, un gran donante del país, dijo a Mubarak que no cambie sólo su política económica, sino todo su sistema autocrático de Gobierno.
Los ministros de Exteriores de la Unión Europea, reunidos en Bruselas, pidieron "una transición ordenada hacia un Gobierno amplio, llevando a un proceso genuino de reformas democráticas esenciales".
El presidente de EEUU, Barack Obama, hizo declaraciones similares el domingo.
En Israel, algunos analistas expresaron su sorpresa por la decisión de Obama de abandonar a Mubarak "una puñalada en la espalda del Tío Sam", dijo uno. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo temer una revolución islamista en El Cairo como la que se produjo en Irán en 1979.
Las manifestaciones, sin precedentes en su intensidad en este país estrechamente controlado en el pasado, surgieron la semana pasada por la frustración ante la represión, la corrupción y la falta de democracia bajo el mandato de Mubarak.
Unas 140 personas han muerto en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en episodios que han transformado la imagen que Egipto tenía hasta ahora de un país estable, prometedor mercado emergente y atractivo destino turístico.
Mubarak, un cercano aliado de Estados Unidos y baluarte de la política occidental en Oriente Próximo, respondió a la ira pública ofreciendo reformas económicas.
"Es una misión nacional en un momento muy crítico", dijo a Reuters el nuevo ministro de Finanzas, Samir Radwan, que añadió que aún no tenía nuevas políticas.
La crisis en Egipto sigue a la revolución que derrocó este mes al presidente de Túnez, y a la ola de ira popular que también está barriendo otros países del Norte de África y Oriente Próximo. Fueron los generales quienes convencieron al líder tunecino de que abandonara el país.
El analista Zaineb Al-Assam, de la firma londinense Exclusive Analysis, dijo a Reuters que Yemen, Sudán, Jordania y Siria parecen vulnerables al "contagio", pero que el mayor riesgo es el de Arabia Saudí.
"Los aliados de Estaos Unidos en la región se verán alarmados por la rápida retirada del apoyo público estadounidense a un antiguo aliado".
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