Recuperada la senda del crecimiento económico y cada vez con más peso en el contexto internacional, China se enfrenta ahora a la inflación, una vieja conocida que en octubre alcanzó el 4,4%, su nivel máximo en más de dos años.
El dato, dado a conocer el pasado jueves, va mucho más allá del listón marcado para todo el año por el gobierno chino, fijado en el 3%, y hasta los expertos oficiales chinos, siempre grandilocuentes ante los logros del régimen, apuntan entre líneas que la tendencia sigue alcista.
Mientras los medios señalan como culpables de los altos precios a los alimentos -sin ellos, la inflación rondaría el 2%- y a las malas condiciones meteorológicas para las cosechas durante todo el año, pasan de puntillas por las burbujas especulativas, principalmente en el sector inmobiliario y bursátil.
No piensan lo mismo los inversores: la inflación se cobró su primera víctima justo un día después de darse a conocer, el viernes, cuando el índice referencial de Shanghái, principal plaza bursátil china, se hundió un 5,2% y volvió a caer por debajo la barrera psicológica de los 3.000 puntos.
A pesar de la siempre alta volatilidad de las bolsas chinas, el derrumbe es un indicio de la reacción negativa en cadena que puede desatar el encarecimiento generalizado de los precios en la que ya es la segunda potencia económica mundial.
Movimientos previsores
El gobierno chino es consciente de la magnitud del problema, como demuestran sus últimos movimientos previsores: el mes pasado incrementó un cuarto de punto de los tipos de interés (ahora se sitúan en el 5,56%) y ya son cinco las subidas de la ratio de reservas que han aplicado a los bancos en lo que va de año.
Sin embargo, expertos del sector financiero internacional consultados por Efe advirtieron de que el alcance real de las medidas aplicadas es pequeño y que, para incidir realmente en la tendencia, deberán ampliarse, por ejemplo, con otra subida de los tipos de interés.
En otro anuncio distinto, el Banco Popular de China (PBOC, central) informó que los préstamos otorgados por los bancos del país suman 6,88 billones de yuanes (1,04 billones de dólares) en los nueve primeros meses de 2010, copando ya el 92% del objetivo oficial marcado por el régimen comunista, de 7,5 billones de yuanes para todo el año.
A su vez, el dinero circulante (la llamada M2, que incluye efectivo y depósitos a corto plazo) al cierre de octubre se eleva un 19,5% por encima del dato homólogo del año anterior.
El sector exterior es otra fuente constante de ingresos para China. En octubre el superávit comercial fue de 27.100 millones de dólares, el mayor en tres meses, lo que también repercute en sus reservas, ya que, a finales de septiembre, China poseía 2,65 millones de dólares en este concepto, de largo, las más importantes del mundo.
¿Apreciación del yuan?
Con estos mimbres, resulta claro que el problema chino radica en la excesiva liquidez. Se trata de drenar la economía tensando la cuerda de la política monetaria: tipos más altos, coeficientes de caja para apartar efectivo de los mercados, menor acceso al dinero y... ¿la apreciación el yuan?
En este aspecto, la vertiente puramente económica pierde relevancia en favor de la batalla política. Desde hace tiempo, Washington insiste a Pekín que su divisa está artificialmente baja, lo que le otorga más competitividad internacional.
Sin embargo, el gobierno chino se sabe fuerte (crecimiento del PIB de más del 10% en lo que va de año y la tenencia de millones de bonos del Tesoro estadounidense influyen) y se niega a ceder. De momento.
Tras conocerse la inflación récord, el viernes la moneda llegó a cotizar a 6,6173 yuanes por dólar, el nivel más alto de 1993. ¿Podrá la inflación interna lo que no ha podido Occidente?