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Sarkozy se juega su futuro político en una Francia en pie de guerra por las pensiones

Nicolas Sarkozy quiere triunfar donde todos han fracasado: en la reforma del sistema de pensiones. Y para ello, debe ganar el pulso contra los sindicatos, la oposición y su propio partido.

Tras la masiva movilización del pasado 7 de septiembre (1,12 millones de manifestantes según la policía, 2,5 millones según los sindicatos) los representantes de los trabajadores amenazan con bloquear París si el presidente galo sigue adelante con la reforma.

El enfrentamiento final contra la medida estrella del Ejecutivo ya tiene lugar y fecha: el próximo 23 de septiembre en las calles de Francia. Los principales sindicatos galos (CGT y CFDT) planean radicalizar el movimiento en el sector de los transportes incumpliendo los servicios mínimos que sí se respetaron durante la huelga general del pasado 7 septiembre.

Aunque no está al alcance de la mano de los sindicatos repetir el éxito de mayo del 68, los analistas políticos no descartan que se repita el éxito de las protestas de 1995, cuando los representantes de los trabajadores sacaron a las calles a más de dos millones de personas durante varias semanas y consiguieron que el primer ministro de aquel entonces, Alain Juppé, renunciara a implantar la reforma de las jubilaciones.

"La población está muy cansada de perder poder adquisitivo mientras se dispara el precio del carro de la compra. Se huele algo diferente en las calles de Francia", asegura Cristóbal Casado, socio del Área Laboral de Cuatrecasas en París.

Visado sindical

Los sindicatos evocan un punto de inflexión para asegurar que "nada se hace" sin su consentimiento. A diferencia de 1995, los representantes de los trabajadores han asumido que es necesario llevar a cabo una reforma en el sistema de pensiones, puesto que es insostenible, pero buscan imponer sus condiciones.

En primer lugar, no están de acuerdo con que el cien por cien de la financiación de las pensiones descanse sobre las cotizaciones de los trabajadores. Han propuesto que se desarrolle una participación en función de los beneficios de las empresas que coticen en el CAC 40 (índice bursátil francés). "Si las empresas multiplican los beneficios es gracias a los trabajadores, por lo que deben compensarles participando en las pensiones", aseguran las asociaciones sindicales.

Aunque están en contra del aumento de la edad de jubilación hasta los 62 años, CGT y CFDT han decidido aceptar ese punto siempre y cuando se haga una reflexión "en función de la dureza de los trabajos". Es decir, que en profesiones como la enseñanza, la agricultura, el transporte o la construcción se mantenga el derecho a retirarse a los 60 años. "El Gobierno debe negociar, no puede hacer como si no hubiera pasado nada", dice Bernard Thibault, secretario general de CGT.

Problemas en casa

Con esta reforma, Sarkozy se juega mucho más que la estabilidad de las cuentas (el déficit de las jubilaciones es de 32.000 millones de euros y el Gobierno galo prevé que alcance los 70.000 millones en 2030). Se juega su futuro político. Si logra pasar la reforma no sólo habrá ganado la guerra sino que habrá allanado el camino hacia su cada vez más incierta reelección (uno de cada tres franceses no confía en que Sarkozy sea capaz de sacar a Francia de la crisis) ya que habrá conseguido imponer una reforma que lleva 20 años intentando implantarse.

El camino no es fácil. Como en todas las batallas, Sarkozy debe hacer frente a varios enemigos: la impopularidad de la reforma de las pensiones, los ataques de la oposición (Ségolène Royal, miembro del PS, prometió restablecer la edad mínima de jubilación si gana su partido en 2012) y la creciente oposición dentro de su propio partido.

La opinión francesa es muy hostil al cambio en el sistema de pensiones. El 57 por ciento de los franceses está en contra del aumento de la edad de jubilación y, a pesar de las modificaciones del Gobierno, el 68 por ciento de los encuestados la considera "injusta" según un sondeo publicado ayer por el IFOP en el oeste de Francia.

Mientras, dentro del Ejecutivo ya han comenzado las fisuras. Jean-Louis Borloo, ministro de Energía y Ecología y copresidente del Partido Radical amenaza con desmarcarse de la reforma y presentar una candidatura en 2012 si tras la crisis del Gobierno que Sarkozy prepara para otoño no quita de en medio a François Fillon y le nombra primer ministro. Por su parte, el ministro de Defensa, Herve Moran, ha declarado que quiere presentarse a las presidenciales de 2012 y François Fillon tampoco descarta presentar una candidatura alternativa.

Dentro de UPM, el jefe del bloque oficialista, Jean Francois Copé, le ha prometido a Sarkozy seguir apoyándole si le da el puesto de secretario general, mientras que el actual quiere ocupar la cartera de Trabajo.

Ante este panorama, a Sarkozy sólo le queda llegar hasta el final con la reforma, ya que renunciar a ella a sería un suicidio político.

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