
Rafa Benítez ejerció una doble traición en el clásico del pasado sábado entre el Real Madrid y el Barcelona (0-4 para los culés). La primera, a sí mismo. La segunda, a sus propios futbolistas. La alineación que sacó al césped del Santiago Bernabéu sirvió para ejecutar este vuelta de tuerca a las ya de por sí tensas relaciones existentes entre los futbolistas y el banquillo y el palco.
La alineación estuvo formada por Keylor Navas; Danilo, Varane, Ramos, Marcelo; Modric, Kroos, James; Bale, Benzema y Cirstiano.
Un once que no fue suyo, no fue de Benítez. O, dicho de otra forma, no respondió a sus señas de identidad, a la manera en la que él entiende el fútbol y al equipo que también había desplegado en esta temporada, siempre pendiente del equilibrio y la estabilidad.
Pero no, el once ante el Barça fue de todo menos un equipo en el que se pudiera identificar el técnico madrileño. Faltaba, por ejemplo, Casemiro. El brasileño se había convertido en la revelación del campeonato y el hombre de confianza del técnico, ése pivote que se le reclamó el curso pasado a Ancelotti en momentos complicados.
También faltaba Isco, jugador que venía en un mejor estado de forma que James. Por faltar, integrantes del vestuario incluso echaron de menos con respecto a otros partidos a Jesé o Lucas Vázquez.
Pero no. Benítez fue con todo. Sacó a la BBC, prescindió de Casemiro y se atrevió con centro del campo sin hombres defensivos. Un equipo que no tenía que ver con sus señas de identidad, que violaba su forma de entender el fútbol y dejaba, además, tocados a algunos de esos hombres que pensaban que iban a jugar y que, sin embargo, observaron como futbolistas a medio gas les adelantaban en las preferencias del técnico blanco.
Ahora la duda está en saber qué forzó a Benítez a sacar este equipo impropio de sus ideas y de lo que había hecho hasta ahora. Buena parte de las voces que rodean al equipo blanco hablan de un alineación política, esto es, de un once cargado de estrellas tal y como le gustaría al palco. Que fuera por órdenes de la directiva o por el deseo de satisfacerla es otra incógnita sin resolver en caso de que, efectivamente, Benítez hubiera sacado un once para contentar a sus jefes.
Pero en la prensa madrileña hoy hay también voces que entienden que el técnico quizá quiso lanzar un mensaje a sus estrellas y sus mandatarios dejando claro que los mejores no lo son tanto. Que un once de cara a la galería, plagado de estrellas, sin equilibrio, es un suicidio. Una forma de demostrar al palco que de fútbol entiende él y que con las ideas que tienen desde la zona noble solo se consiguen suicidios como el del sábado.
Sea por la razón que fuere, lo cierto es que el once del clásico ha dejado ya muy tocado a un técnico que ahora deberá enfrentarse a un panorama complicado, con la plantilla totalmente en su contra, al igual que la afición. Sólo la directiva parece apoyarle al 100%. Y sólo por el momento. El tiempo dictará sentencia.