
Los cuartos de final de la Champions League han estado marcados por las actuaciones de grandes porteros. Dos de ellos han brillado especialmente en equipos españoles. Ter Stegen (del Barça) y, sobre todo, Oblak (del Atlético) han dejado paradas de excepción que han mantenido e incluso salvado a sus equipos. Algo que hace tiempo que no sucede con regularidad en el caso de Iker Casillas. El de Móstoles se ha caído del Olimpo español de los mejores porteros. La excelencia europea fue cosa de los arqueros rivales.
No es que Casillas ya no haga buenos partidos. No. Su efectividad ya ha emergido esta temporada en varias ocasiones. Sin embargo, su regularidad empieza a decrecer.
Es decir, es más complicado que Iker enganche unos cuantos partidos consecutivos con paradas milagrosas y es más frecuente asistir a choques (como el del martes en el Calderón o el de vuelta de octavos ante el Schalke) en el que ofrece una de cal y una de arena.
Todo lo contrario se ven en los cuatro porteros antes citados. Ter Stegen, por ejemplo, emergió ayer para repeler un buen remate de Cavani que habría supuesto el empate a uno y, en octavos, dejó un buen repertorio de paradas ante el City, en Manchester.
Oblak salvó a los rojiblancos en el derbi de esta semana (realizó hasta seis intervenciones clave), pero es que ante el Bayer Leverkusen (cuando comenzó a jugar) también ofreció un recital que permitió a los suyos seguir en el torneo.
Sus buenas actuaciones no son noticia ni tampoco la competencia que mantienen con su propios compañeros en las metas culés y rojiblancas. Bravo se ha ganado ser un fijo de Luis Enrique en el torneo doméstico y Moya, hasta su lesión, había cerrado cualquier opción de titularidad en la meta del Calderón.