
El Atlético de Madrid ha estado en el disparadero durante la última semana por el trágico fallecimiento del hincha radical de Riazor Blues 'Jimmy' a manos de ultras del Frente Atlético en una pelea que nunca debería haberse producido. Como institución, respondió rápidamente (en menos de 48 horas) con una acción que pudo haber realizado años antes: expulsando al Frente. Una medida en apariencia (la verdad solo la tiene el futuro) contundente que no casa con el comportamiento de la esfera meramente deportiva.
Simeone, líder del vestuario, ha esquivado varias veces las preguntas de los periodistas. No ha escondido su intención: "Yo estoy para entrenar, no estoy para tomar decisiones de este tipo". Ni una sola palabra de condena. El argentino, posteriormente, aseguraría que desde el club se aconsejó tanto a él como a los jugadores no ahondar en el tema. Antes de eso, había asegurado que lo ocurrido en Madrid Río tenía que ver con un "problema social" y no con el fútbol.
Incorrecto. El fútbol no se limita al 105x70: abarca familias que desean ir a ver un espectáculo en paz, niños que toman ejemplo de lo que ven a través de la televisión y en los campos en directo...y dirigentes.
Dirigentes de todo pelaje, pero como en el caso del Atlético, que han permitido a un grupo radical exaltar un asesinato, cánticos homófobos, xenófobos, mostrar banderas nazis y preconstitucionales...durante años impunemente. Desde el momento en que el club fue poco a poco apreciando cómo ese sector se apoderaba de un espacio pensado para apoyar al equipo y cómo miraba con complacencia el camuflaje de verdaderos delincuentes en una grada de animación, el asunto se amarró inexorablemente al fútbol.
Por esto, Simeone, que se ha erigido por méritos propios en un líder dentro del Atlético se traicionó a sí mismo al regatear el tema de una forma decepcionante. Ni siquiera unas firmes (aunque escasas) palabras de condena. Solo evasivas. Solo desvíos. Algo que rompe dolorosamente con la concepción que él mismo (y justamente) se había fabricado (y aún muchos queremos seguir viendo) de líder natural. Y es que en los líderes no cabe la tibieza.
De todo esto se puede presuponer que el Cholo no está conforme con la expulsión del Frente. O quizá no. Pero, en el primer caso, lo habría tenido fácil: no toda la gente que se sienta en el fondo sur tiene que ver con los indeseables que quisieron ser mayoría y seguramente lo aparentaron. Habría bastado un "Chicos, yo sé que la gran parte de ustedes va a animar, pero comprendan, no se puede tener mano blanda con los delincuentes que se esconden entre los asientos de los seguidores". No generalizar ya habría sido correcto para defender a los que él cree ultrajados.
Simeone se ha ganado él solo quedarse para siempre en la historia deportiva del Atlético y será recordado como lo que es: uno de los mejores entrenadores rojiblancos y el que consiguió que la ilusión regresase al Manzanares tras años de mediocridad. Será querido (y con justicia) por los aficionados y admirado (con justicia) por todos a los que ha hecho vibrar con sus proezas deportivas, entre los que me incluyo. Pero su tibieza ante los violentos será un doloroso lunar difícil de obviar.