
Gareth Bale regresó anoche con el Real Madrid en la victoria (1-0) de los blancos frente al Liverpool. El delantero se había perdido casi cuatro semanas de competición por culpa de un problema muscular en su glúteo derecho. Un retorno esperado cargado de morbo y expectación. Y es que durante el periodo de ausencia del galés, el Real Madrid ha implementado su juego hasta rozar un fútbol excelso, similar por ejecución y método al que desarrolló en su día el Barça de Guardiola.
Semejante mejoría llegó, en parte, por la introducción de Isco en la medular en lugar de Bale. Con un 4-4-2 creativo, los blancos han hecho de la posesión y la presión al contrario su nueva forma de vida. Un método en el aún no se sabe cómo encajará el '11' blanco. De ahí las ganas que había de verle de nuevo en acción.
Bale entró al terreno de juego con unas claras instrucciones por parte de Ancelotti. Instrucciones que, según fueron pasando los minutos, fue desobedeciendo paulatinamente hasta incumplirlas casi por completo.
Bale salió en lugar de James, con 30 minutos por delante y una misión por cumplir: jugar de interior derecho y no de extremo derecho. Es decir, que Ancelotti trató de mantener el 4-4-2 de las últimas jornadas en lugar del 4-3-3 en el que el delantero de Gales era una parte más de la famosa BBC. Sin embargo, esta vez, 'Carletto' no deseaba ver un equipo vertical, sino que buscó que su pupilo ejerciera de mediocampista como ya sucedió el curso pasado ante el Barça en la final de Copa o ante el Bayern en las semifinales de la Champions (tanto en la ida, como en la vuelta).
Y Bale, en un principio, cumplió con las órdenes. Jugó en una posición algo más retrasada que Cristiano Ronaldo y Benzema, pegado al lateral derecho y con intención de replegar y mantener la posesión cuando el balón estuviera en poder del Liverpool. También intentó ejecutar combinaciones rápidas cuando la pelota estaba en los pies de sus compañeros. Una tendencia 'solidaria' que apenas le duró cinco minutos. A lo sumo diez.
Poco a poco, según el partido fue avanzando, Bale empezó a hacer lo que más le gusta, esto es, ser vertical hasta el extremo, con galopadas veloces por su banda o rápidas carreras en vertical siempre conduciendo la bola pegada a sus pies. Una inercia que acabó por dibujar, de nuevo, el 4-3-3 sobre el campo. En ese instante el Liverpool comenzó a dominar el partido gracias a la presencia de un mediocampo más poblado que el blanco.
Bale subía la banda, pero apenas la bajaba. De hecho, hubo alguna acción aislada en la que el Real Madrid replegó más rápido de lo que él mismo podía (o quería), lo que provocó que fuera el último hombre blanco por delante incluso de Cristiano Ronaldo o de Benzema. Así, con el costado diestro desasistido, Isco, Kroos y Modric tuvieron que multiplicarse para tratar de frenar la brecha que había dejado en ese espacio el ex del Tottenham.
Así pues, Bale volvió a dejar entrever ramalazos de su actitud pasiva, esa que enfadó a muchos aficionados blancos en partidos de esta temporada (contra Ludogorets especialmente) y que se han hecho mucho más evidentes en las cuatro semanas en las que Isco y James han cubierto las bandas de manera excelsa.
Ante el Rayo, este sábado, Bale volverá a ser titular y lo hará, de nuevo, con un claro mandato por parte de su entrenador: jugar más como mediocampista que como delantero. Está por ver si el futbolista atenderá a sus órdenes o si se dejará guiar de nuevo por su espíritu libre, ese que da al Real Madrid una pegada fantástica, pero disipa el estilo de posesión que tantos elogios ha levantado en los últimos tiempos.