Fútbol

Isco consigue su objetivo de remover conciencias en el Real Madrid

Isco pugna pro un balón con Mascherano durante el Clásico. Imagen: EFE.

Si hay un triunfador en esta mejoría del Real Madrid dentro del terreno de juego, ése es Isco Alarcón. El '23' blanco ha aprovechado las bajas y rotaciones, y ha dado un puñetazo en la mesa, aplicándose en defensa y abanderando un nuevo estilo de mayor toque sin despreciar el esfuerzo físico. Al contrario de lo ocurrido el curso pasado, en esta ocasión sí ha conseguido hacer mucho ruido con sus actuaciones. Ha terminado con éxito una misión autoimpuesta.

Ha demostrado a propios y a extraños que sí tiene un hueco en el once inicial. Que da la talla en partidos grandes y que se puede adaptar a los condicionamientos del entrenador. Que puede sacrificarse en tareas defensivas y que, en consecuencia, su titularidad no es un imposible.

Lo va a tener muy complicado cuando Gareth Bale se recupere de su lesión en el glúteo, pero ya ha plantado la semilla e incluso ha planteado las primeras dudas. ¿Se puede jugar bien sin la 'BBC'? ¿Es tan imprescindible Bale? ¿Puede asumir galones Isco?

Éstas preguntas, que por primera vez se realizan de manera seria y contundente, son una primera victoria para el malagueño. Un primer paso. Su objetivo, remover conciencias en todos los estamentos del club (banquillo, zona noble y grada), ya se ha concretado.

También ha enseñado un nuevo camino. Junto a Kroos, Modric y James, ha encendido la luz en un centro del campo, el del Real Madrid, que estaba más acostumbrado a correr (de forma muy eficaz y peligrosa, por supuesto) que a preocuparse de mantener la posesión. Con Isco, el equipo blanco ha encontrado un juego que hacía muchos años que no tenía.

En los tres últimos partidos, en los que ha sido titular, ha anotado un gol y ha asistido en otro. Pero su influencia en el juego ha sido determinante: ha robado balones, ha lanzado contras y ha servido de enlace entre la medular y la delantera. Con él al timón, se ha visto al Real Madrid más combinativo de los últimos años. Y, gracias a todo ello, aunque no quiera confesarlo, Carlo Ancelotti tiene un problema. Un bendito problema, dicho sea de paso. Pero problema al fin y al cabo.

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