
El Clásico entre Real Madrid y FC Barcelona esconde desde hace varias temporadas otro clásico, el que mide individualmente a Cristiano Ronaldo y Leo Messi. Curiosamente, en los últimos cursos ni uno, ni otro ha logrado brillar en estos duelos al nivel de antaño. Tal y como sucedió el sábado pasado. Messi y Cristiano no estuvieron bien. Físicamente apagados, los dos apenas dejaron pocos guiños de clase. Sin embargo, uno, el madridista, enseñó al otro, el culé, cómo ser útil en una mala tarde.
Porque últimamente Messi camina en los extremos. O todo o nada. O partidazos o desapariciones absolutas. No hay términos intermedios. Frente a los blancos, el argentino pareció comenzar bien, con buen ritmo de juego y fútbol. Entonces llegó su gran oportunidad. Pase desde la derecha de Luis Suárez y Messi, sólo delante de Casillas, sólo tenía que empujarla.
Era un gol cantado que Iker convirtió en una parada de santo. Otra más que añadir a su colección frente ante el hombre que más goles ha hecho a los blancos en su Historia. Leo lleva 21 dianas frente al Real Madrid en toda su carrera. De haber elevado este guarismo a 22, habría logrado igualar el récord de Zarra.
No lo hizo y, desde ese instante, desapareció. Cierto es que más de un defensor de 'La Pulga' puede argumentar que todo el Barça se difuminó, aunque habría que preguntarse si con un Messi activo en la medular como había hecho durante la temporada habría servido para frenar la avalancha blanca. Es cosa de fútbol ficción.
La única realidad en toda esta historia es que Leo empezó a dejar imágenes preocupantes. Volvió a trotar sobre el césped y a mostrarse apático, lleno de gestos raros y caras largas. Desde entonces, casi ni olió el esférico. Una actitud que contrastó con la de Cristiano Ronaldo.
No, él tampoco tuvo su día, pero compensó su cansancio y falta de fuelle con sacrificio en tareas defensivas y un juego más combinativo que de costumbre.
De hecho, tras probar un puñado de lanzamientos lejanos, CR7 erró alguna ocasión por dársela a un compañero antes jugársela. Las dos más claras llegaron en el 70' y en el 80', cuando buscó por dos veces a Benzema antes que jugársela. El francés no llegó a ambos remates y todo quedó en agua de borrajas. El luso pecó de 'solidario', pero dejó claro su cambio de actitud: antes regalar al compañero que jugársela sabedor de que no era su mejor tarde.
Algo parecido le sucedió en la jugada del 3-1, donde, tras recibir la pelota de Isco, no se la jugó, sino que se la cedió a James para que éste siguiera la jugada. Esta vez sí, Benzema vio puerta. Una acción en la que, por cierto, tanto el francés como CR7 arrancaron desde su propia portería. Los dos se encontraban defendiendo un córner culé cuando armaron la contra.
Más actitud solidaria frente a un Messi que ni siquiera trataba de frenar la salida de pelota rival mientras el Bernabéu coreaba olés prolongados. Los mapas de calor de uno y otro así demuestran esta tendencia.

Mientras que se puede ver como Cristiano Ronaldo se movió de forma solidaria por todo el campo, Messi apenas se quedó en la zona del ataque.
Ambos, Cristiano y Leo, representaron la cara y cruz de una misma moneda, la de una estrella agotada que, en el caso del portugués, mutó su estilo para seguir siendo útil a sus compañeros, mientras que en el caso del argentino, decidió 'esfumarse' del choque ante la impotencia de lo que se le venía encima.