La selección española goleó anoche a Luxemburgo (0-4) en un partido que deja motivos para el optimismo pero también para el pesimismo. Sea como sea, lo cierto es que España fue otra. Hubo muchos cambios no sólo de nombres (que también), sino en la forma de jugar, con un nuevo dibujo (4-4-2 con rombo en la medular) y, sobre todo, un nuevo concepto que desterró el tiqui-taca para convertirse en un equipo mucho más directo.
Sí. España jugó en ocasiones con balones en largo (que no al pelotazo, conceptos distintos) de la defensa o la medular buscando a Diego Costa. Era lo que muchos venían pidiendo desde hace tiempo, casi, casi desde que el combinado nacional 'fichó' al hispano-brasileño.
Costa es un delantero 'top' en el Chelsea que, con todo, no está acostumbrado a jugar con sólo un estilo. Los 'blue' (como sucedía con el Atlético) combinan contragolpes con posesiones largas. En España, sin embargo, se ha encontrado una única forma de juego: la de las posesiones eternas y, por desgracia para España, previsibles y poco rápidas.
El tiqui-taca de la actual España no es el de hace cuatro años, cuando se ganó el Mundial. Entonces era mucho más vertical y solía ser veloz, lo que acababa encontrando espacios en la zaga rival sí o sí. Hoy no es así. Las posesiones se mastican y amasan. Así es complicado encontrarle las cosquillas a los rivales.
De ahí que ayer Del Bosque mutase el esquema y permitiese a los suyos buscar balones en largo donde Costa es muy eficaz, bien peleando el balón que le llega y creando él sólo una ocasión, bien dejando la bola para que sea la segunda línea o su acompañante (ayer Alcácer) los que la reciban y creen peligro, como sucedió, por ejemplo, en el gol de Silva.
Está por ver si este mecanismo se incorporará a la metodología de España o si es flor de un sólo partido. Sea como fuere, la mera presencia de balones de 50 metros en este combinado es motivo de noticia y, por lo visto ayer, de buena noticia.
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