
El Real Madrid realizó un partido gris ante el Ludogorets. Volvió a sufrir errores en defensa y a recibir demasiadas ocasiones. El equipo no estuvo cohesionado, y además de partirse por la media, no tuvo el apoyo defensivo de los atacantes. Ahí destacó Gareth Bale.
El galés está muy lejos de su mejor versión. Es más, en las últimas semanas es de los jugadores que menos aparece en el terreno de juego. Entendiendo por aparecer tener algo de influencia en el juego, asociarse con sus compañeros o participar en jugadas. Porque, en el plano de los minutos, sigue siendo el jugador con más minutos a sus espaldas de toda la plantilla.
Contra el Ludogorets, Bale dejó de nuevo una imagen muy discreta, rozando la indolencia. Apenas tuvo protagonismo. En Sofía, se pudo ver a un Bale distante, en ocasiones andando, demasiado relajado. Ante la brega y esfuerzo de los búlgaros, el desempeño del '11' desentonó en demasía.
En ataque, fue el que menos aportó de todos. Cristiano aportó su insistencia y provocó un penalti que anotó. Chicharito (que debutó como titular) también lo intentó (erró una ocasión clarísima a puerta vacía) y fue el causante del penalti que no transformó Cristiano). Isco fue de los mejores, dirigiendo en muchas ocasiones el ataque, y Benzema fue el revulsivo del equipo y el autor del gol decisivo. En resumen, todos sumaron menos Bale.
Respecto a las tareas defensivas, tampoco hubo aquí algo que destacar. La indolencia en el campo se trasladó a los esfuerzos y las coberturas, y Arbeloa se vio en ocasiones demasiado solo. Además, en el gol del Ludogorets llegó tarde a la marca de Moti, que peinó el balón para que Marcelinho anotara.
Un conjunto de factores que hacen del partido de Bale un suspenso. Otro síntoma más que certifica la crisis de juego por la que el galés pasa en estos momentos. En la recámara, Isco e Illarramendi, y el 4-4-2 en el horizonte. Bale necesita mejorar.