
El FC Barcelona se encuentra en una situación de crisis tan importante que ni siquiera los triunfos (como el que ayer consiguió ante el Athletic de Bilbao por 2-1) parecen aplacar los ánimos de sus aficionados. El barcelonismo clama por el devenir del equipo blaugrana y entre sus propios futbolistas, ya ha encontrado el enemigo óptimo con el que cebarse. Cesc Fàbregas es el nuevo 'culpable' de la debacle culé.
Así al menos lo demuestra el veredicto del Camp Nou. Corría el minuto 69 del encuentro frente al Athletic cuando el mediocampista de Arenys saltó al terreno de juego. Lo hacía en sustitución de Xavi Hernández.
El capitán del Barça se marchó al banquillo entre aplausos y algún tímido pitido. Una especie de división de opiniones que se convirtió en atronadora mayoría cuando Fàbregas pisó el terreno de juego. Ahí sí que no hubo disensiones. Todo fue unanimidad. Unanimidad contra el jugador que entraba en el campo, se entiende.
Cesc tuvo que soportar una de las mayores pitadas que se recuerda en el feudo culé. Y eso que, en realidad, el coliseo barcelonista no estaba lleno. Apenas 58.000 espectadores poblaron sus gradas.
Pese a ello, los presentes demostraron que Cesc era el jugador que merecía mayor castigo tras los últimos tres resultados adversos (eliminación en Champions, tropiezo en Granada y derrota en la final de Copa ante el Real Madrid).
¿Y el resto? ¿Qué le pasó al resto de jugadores? ¿Hubo pitos contra otros futbolistas también señalados antes y después de la cita de Mestalla del miércoles pasado? Sí, claro que los hubo, pero en ningún caso rozaron la virulencia con la que se recibió a Cesc.
Así, por ejemplo, Alves vio como su nombre se abucheaba cuando aparecía en el videomarcador. Poco más. Ya durante el partido apenas recibió silbidos.
Tampoco los recibieron Pinto, Mascherano o Bartra. Quizá el portero sufrió algún runrún cuando tuvo la pelota en los pies (no es su fuerte), pero poco más.
Ni que decir tiene que Iniesta, Xavi o Alexis fueron recibidos como de costumbre, con aplausos e incluso ovaciones cerradas (como le pasó a Alexis cuando dejó el campo).
Messi, el otro gran observado del partido, recibió toneladas de cariño. A Leo todo se le perdona. Por ahora. Lo contrario que sucede con un Cesc al que la pitada de ayer y su rendimiento en el tramo final del curso (amén de su buen cartel en Inglaterra) podrían colocar en el mercado de cara a las futuribles salidas que, tal y como confirmó Bartomeu, presidente del Barça, se producirán el próximo verano.