
Gareth Bale no es un jugador de fútbol. Es una bala. Su velocidad con la pelota en los pies sorprende a propios y extraños. Tanto, que en el Real Madrid sólo un hombre parece capaz de igualar sus registros a toda velocidad. Cristiano Ronaldo es, por ahora, el único que puede seguirle el ritmo. Nadie más.
Una característica, la de lanzarse a toda prisa contra las porterías rivales que, en los últimos partidos, lejos de ser una virtud, se ha convertido en un problema para el conjunto blanco.
Y es que en los últimos choques Bale no ha sabido aprovechar sus galopadas en beneficio del Real Madrid. De hecho, el galés sólo ha intentado utilizarlas en beneficio propio, para de firmar goles espectaculares que, en verdad, han acabado como pifias de grandes dimensiones y que lo han retratado como una suerte de 'chupón' incapaz de levantar la cabeza cuando va en carrera.
El miércoles pasado, ante el Borussia Dortmund, dejó algunas pruebas de esta forma de egoísmo. Ante los germanos Bale se convirtió en el mejor enemigo, por ejemplo, de Cristiano Ronaldo. Sucedió en la segunda parte, poco antes de que el delantero blanco firmara el tercero para su equipo.
Bale robó un balón en la medular y, por delante de él, se dibujó un panorama extraordinario. Sólo un defensa alemán y casi 40 metros hasta llegar a la portería de Weinderfeller. Y Bale, como acostumbra, inició una espectacular carrera que pronto fue seguida por dos de sus compañeros en ataque.
Benzema y Cristiano, uno por la derecha, el otro por la izquierda, iniciaron movimientos de desmarque mientras que Hummels, defensa germano, reculaba con una única intención: frenar a Bale. La acción parecía más que clara.
El 11 blanco sólo tenía que ceder la bola a alguno de sus compañeros para que estos se la jugasen. La intentona individual parecía la peor de las alternativas. Pero a Bale no le importó. Él se la jugó solo. Y le salió mal. La zaga del Borussia consiguió frenar su carrera y cuando intentó dársela a Benzema, no llegó a sacar un pase limpio. La contra quedó en nada.
O mejor dicho, acabó en el monumental enfado de un Cristiano Ronaldo tocado en su rodilla izquierda y que acababa de recorrer casi 30 metros a toda prisa para rematar lo que parecía una contra perfecta. Su cuerpo no estaba para esos trotes y menos si acababan en una ocasión perdida.
Minutos después, cuando CR7 ya estaba fuera del terreno de juego (se fue lesionado) el egoísmo de Bale volvió a salir a la luz. Tras un par de buenos regates en la medular, el extremo se sacó una zancada épica para plantarse sólo en la frontal del área del Borussia. A su derecha, Sergio Ramos emergió sólo de marca. El central acompañó la contra para rematar la acción. Estaba libre y su remate parecía fácil.
Pero Bale no levantó la cabeza y decidió que era mejor disparar a puerta. Su tiro se fue muy alto y provocó el enfado del propio Ramos y del público. Su gesto no gustó a un respetable que premia los sacrificios a favor del equipo, pero que castiga como poco los egoísmos improductivos.
Dos acciones evidentes que se unieron a la que ya tuvo lugar el sábado pasado cuando, ante el Rayo Vallecano, Bale marcó un golazo en otra contra de 50 metros que, sin embargo, bien pudo acabar en tragedia cuando Bale, en lugar de dársela otra vez a Cristiano Ronaldo, decidió regatear a Rat, zaguero franjirrojo.
El rumano no entró con fuerza y aunque tocó bola, no lo hizo con suficiente energía como para frenar la acción de Bale. Este siguió adelante y marcó. Cristiano celebró con él el tanto, pero lo hizo con gesto serio. No le gustó mucho el movimiento de su compañero.
Por eso terminó protagonizando una suerte de batallas de egos y acciones indiviudales que acabó con la intervención de Ramos en pleno césped. Algo que, sin embargo, no tuvo efecto en Champions ante el Borussia Dortmund.
Pese a todo esto, hay que recordar que Bale es uno de los mayores asistentes del Real Madrid, con 14 pases de gol en lo que llevamos de curso, una cifra que podría haber sido aún mayor de haber materializado estas acciones.