Pep Guardiola lo ha conseguido. El técnico catalán del Bayern de Múnich se proclamó ayer campeón de la Bundesliga a falta de siete jornadas para el final del campeonato en un récord sin precedentes que, además, podría completarse con un hito extra, el de alzar el título sin haber perdido ni un partido en el campeonato doméstico.
Así pues, la alegría bávara sobre el césped del Olímpico de Berlín (el Bayern venció 1-3 al Hertha) estaba más que justificada. Sin embargo, el festejo no fue completo. Y no lo fue por el 'veto' que impuso el propio Guardiola a sus jugadores.
Dice una norma no escrita que cada vez que un entrenador del Bayern gana un título, éste debe ser debidamente bañado por una jarra gigantesca de cerveza. Pero esta vez no fue así.
Y no lo fue porque Pep le prohibió a sus chicos usar litros de rubia bebida alcohólica para felicitarle por el trofeo conseguido. Cuentan los que le conocen que este tipo de costumbres (amén de la de beber litros y litros de cerveza en las comidas de grupo) fue de las que más sorprendió a Pep cuando llegó a Múnich.
Quizá por eso o quizá por respeto a la afición del Herta, Guardiola dijo a los suyos que no era tiempo de duchas etílicas. Habrá que esperar al próximo partido de los germanos en casa, este fin de semana, para ver si recibe su bautismo de alcohol. A lo mejor el entrenador se guarda el festejo para más adelante, cuando, quien sabe, levante algún título más, como la Champions a la que es máximo favorito.
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Una liga precoz