
Se acabó. Punto y final. No hay opción de pelea, batalla o combate. Todo está perdido. El Barça no tiene remedio. Al menos este Barça. Al menos por este camino.
La reflexión no es literal. No se trata de un compendio de frases lanzadas por alguno de los miembros del FC Barcelona tras caer en Valladolid. Sin embargo, las sensaciones que transmite el vestuario culé y su entorno son ésas, las de un equipo derrotado que, aún teniendo opciones de ganar los tres títulos, apenas cree en el milagro de conseguir ya no el triplete, sino al menos uno de esos trofeos.
Ayer Cesc Y Alexis trataron de vender lo contrario. "Sí se puede", advirtieron. No les falta razón, aunque ni ellos mismos se creen, hoy por hoy, su mensaje optimista. Lo hacen, en parte, impulsados por la apatía de su entrenador. Gerardo, 'el Tata', Martino se ha cansado de pelear. Parece que se le haya acabado la energía o el espíritu de lucha. El preparador culé ha desertado del sueño blaugrana demasiado pronto y lo ha demostrado tanto dentro, como fuera del terreno de juego.
Tal y como describió este lunes EcoDiario.es, en el Barça están preocupados por la imagen pública que dio el técnico argentino en Zorrilla.
Pese al resultado, pese a que el gol de Rossi llegó relativamente pronto (apenas superado el cuarto de hora del partido), al argentino no se le vio enfadado o molesto. Casi no dio órdenes a los suyos ni les arengó cuando los propios futbolistas miraban al suelo cariacontecidos, sin saber muy bien qué hacer, con la sensación de haber perdido ya el partido antes de tiempo.
En sala de prensa el preparador repitió el mensaje lánguido que dejaron sus gestos sobre el césped. Nada de enfado o apasionamiento. Más bien dosis altas de derrotismo.
De puertas hacia adentro
Pero es que hubo más. Además de esos gestos públicos, en las últimas horas la prensa catalana se ha ocupado de filtrar lo que sucedió de puertas para adentro, en el seno del vestuario. O mejor dicho, lo que no sucedió.
Porque, según los relatos emergidos en estos últimos días, Martino apenas dijo nada cuando llegó el descanso ante el Valladolid. Tampoco al final del partido o al volver a los entrenamientos para afrontar el partido de este domingo. Cero críticas. Cero arengas. Cero palabras altas o discursos épicos. Nada de nada. Martino continuó con su gesto de perfil medio-bajo.
De hecho, fueron algunos de los jugadores los que tomaron la palabra durante y después del partido para tratar de animar a los suyos. Hombres como Xavi, Puyol o Piqué fueron los encargados de subir la moral a los suyos, de poner una sonrisa tras la derrota y decir que aún todo era posible, por oscuro que se viera, por difícil que parezca la misión.
Mientras, Martino no hacía más que vender un discurso sosegado que, cuentan en el seno de la plantilla blaugrana, nada tiene que ver con el que en su día ofrecía Guardiola e incluso Vilanova.
Quizá sea porque el técnico ya se siente derrotado frente a una plantilla que no ha sabido controlar, o porque crea que su futuro no estará en Barcelona el próximo curso, lo cierto es que las señales que emite el preparador no son las de un hombre convencido de la remontada, sino más bien lo contrario, las de un hombre seguro de que su barco se irá a pique.