
Leo Messi es otro. Ha cambiado. Cierto es que le ha costado. ha necesitado tiempo para volver a ser el de antes. Y cuando decimos el de antes, decimos el de siempre y no el futbolista errático que protagonizó un 2013 para olvidar. No. 'La Pulga' se siente otra vez en su salsa.
Asiste, regatea, golea y decide los partidos con una maestría singular, de esas que te hace sentir que todo lo que toca es demasiado simple para ser verdad.
Ayer, frente a la Real Sociedad, en la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey, a Messi se le vio enchufado. Los que le acusaban de falta de hambre tendrán que ver otro partido para seguir apostando por esta teoría.
Partiendo desde la posición de falso nueve (ya parece haberse olvidado de ser una suerte de 'mediapunta' a lo Maradona), conectó con sus compañeros y repartió un elenco de acciones que, sin rozar la perfección, demostraron que anda, como diría un castizo, con el morro fino. En forma.
Pero su renacer no es cosas sólo suya. Messi es un hombre colectivo. Necesita de otros para ser el mejor. Su bipolaridad con Argentina así lo demuestra. Genial con la zamarra blaugrana, la albiceleste le pesa más que nunca. Cosas de no tener al lado a sus escuderos en el Camp Nou.
De todos ellos uno le hace especialmente genial. Se llama Andrés Iniesta y él, al igual que Leo, empieza a ser el de siempre.
Aquejado de mil y un problemas físicos, el de Fuentealbilla no había dado su mejor versión en todo el curso. De hecho, Martino le forzó a una suerte de plan de recuperación que le hizo ver el banquillo más de lo que a él le gustaría.
Pero la estrategia del técnico parece haber dado sus frutos y el internacional español lleva ya sumados un buen puñado de partidos en el que es, junto con Messi, el mejor de su equipo. Incluso cuando le equipo falla (como sucedió ante el Valencia en casa cuando ambos se inventaron en el 90' una jugada que casi acaba en el empate), Andrés y Leo dan la sensación de volver a sus viejos tiempos.
En Sevilla, bajo la lluvia, la exhibición de ambos ya fue notable. El 10 adelantó un poco su posición y el 8 jugó más libre que de costumbre. Así pudo moverse por toda la zona ancha y desde ahí se encontró con Messi con una facilidad que acabó en el gol del 1-3. Pase de Andrés y gol de Messi. Lo de siempre.
Frente a la Real Sociedad sucedió algo parecido. Andrés manejaba el tempo del encuentro y Leo lo remataba. Lo hacía con pases a sus compañeros (regaló una mágica asistencia a Alves con 0-1 en el marcador que el brasileño estrelló en Zubikarai) o con sus propios remates.
Así fue como nació una jugada de esas que solían enhebrar cuando Guardiola era el jefe del equipo culé. Nos referimos a una cadena de paredes (hasta tres) entre uno y otro que acabó con un zapatazo de Iniesta que se marchó fuera por poco. Corría el minuto 53 de partido y ambos ya habían dado motivos suficientes para la esperanza culé. La pareja de moda del Camp Nou ha vuelto y parece, por lo visto, que es para quedarse.