
Diego Pablo Simeone ha ganado a pulso un puesto el Olimpo del Atlético de Madrid. Casi tanto como en el infierno madridista. Cosas de una personalidad intensa y controvertida. Dualidad que demostró el pasado miércoles en el derbi de semifinales de Copa en el Santiago Bernabéu.
El territorio parecía propicio para los intereses de su equipo. Lo que antes parecía un imposible, vencer en el Bernabéu, se había transformado antes del duelo en una opción más que factible.
El 'Cholo' y sus muchachos habían logrado tomar el feudo del eterno enemigo en las dos visitas anteriores. Una, en la final de la Copa del Rey en una cita que hizo mucho daño en el seno del conjunto merengue. Nadie esperaba una derrota así de dura. Aquel partido no fue fácil. El Atlético desconectó a su contrario y lo hizo muy al estilo Simeone: con juego rocoso, disciplina máxima y mucha pillería.
Esa noche, Cristiano Ronaldo recibió un buen puñado de entradas, eso sí, cada una de un jugador distinto del Atlético. Ninguno rozó la roja y el portugués acabó desesperado hasta ver (paradojas del fútbol) una merecida expulsión por rozar con los tacos la cara de Gabi.
En esa acción se pudo ver a un Simeone desatado pidiendo la roja para el luso. Lo consiguió. No fue la única vez en la que sus aspavientos en la banda llamaron la atención de propios y extraños. Así es el 'Cholo'. Enérgico y frenético, cada entrada del rival provocaba una protesta desatada y cada acción de los suyos era excusada con mil y un gestos. Mourinho y su banquillo acabó más que enfadado por su actuación, pero fue el luso y no el argentino el que acabó en la calle.
Este miércoles, de nuevo en el mismo escenario, sucedió algo parecido, aunque esta vez el panorama fue diferente. Sus jugadores y nos los blancos fueron los encargados de sufrir una suerte de 'guerra de guerrillas' que provocó la desesperación de los atléticos y la del propio Simeone, quien una y otra vez reclamaba castigo para los madridistas.
Clos Gómez, el mismo árbitro de aquella final, no cayó esta vez en las airadas protestas del técnico y fue casi tan permisivo como lo fue con los atléticos en esa cita. De hecho, el guión fue casi el inverso. La tarjeta para el banquillo fue esta vez para el del Atlético de Madrid por sus quejas. Algo había cambiado.
Así se llegó al momento en el que Simeone mostró por que unos le adoran y otros le odian. Mientras el Bernabéu cantaba en su contra, él, ni corto ni perezoso, decidió darse la vuelta, abandonar su atención por el partido para saludar a modo de sorna al fondo del que salían los cánticos.
Una suerte de provocación que no gustó en absoluto al Real Madrid y que hizo que se redoblaran los cánticos en su contra. Mientras, un runrún recorrió el Bernabéu. "Si esto lo llega a hacer Mourinho..." vaticinaba más de un aficionado blanco recordando que el sillón de la provocación que dejó libre el portugués cuando marchó rumbo al Chelsea parece tener nuevo ocupante: Diego Pablo Simeone.