El Racing de Santander protagonizó este jueves un hito histórico en el fútbol español y por extensión, en el europeo y mundial. Los jugadores del equipo cántabro se negaron a jugar y cumplieron, así, su amenaza: o el consejo de administración del equipo dimitía o ellos no jugaban el que probablemente fuera el partido de su vida.
Llegado el segundo 30 de partido, el Racing decidió no disputar el partido y así se lo comunicaron al colegiado entre el aplauso mayoritario de los espectadores que se habían acercado al Sardinero para apoyar a los suyos en este gesto de rebeldía ciudadana sin precedente.
Una escena que, sin embargo, podría tener consecuencias serias sobre el propio Racing de Santander. Los estatutos de la Federación Española de Fútbol (RFEF) castigan con la exclusión un año de la competición, la retirada de los premios económicos obtenidos por llegar a cuartos y una multa económica (entre 3.000 y 6.000 euros) cuando un equipo se niega a jugar la Copa del Rey. Así pues, el remedio podría ser peor que la enfermedad.
Es decir, que el Racing podría ver como su delicada situación económica se agrava ante la desesperada decisión de un plantel harto de que Ángel Lavin, su presidente, les engañe con promesas al tiempo que les deja sin cobrar (acumulan cuatro meses de impagos) y maneja el club a su libre albedrío para, según la denuncia de los futbolistas, lograr rédito económico de su posición.
Por todo ello, en las últimas horas se han multiplicado las voces que reclaman que la RFEF perdone de este castigo al Racing e incluso que vaya más allá tomando medidas que hagan que el club cambie de manos y acabe, así, con su agónica situación. La mayoría de estas voces (reflejadas en prensa, redes sociales o declaraciones solidarias de otros jugadores), usan para esta solicitud un ejemplo reciente en el tiempo.
El caso del Barça-Atlético
En 2000 el FC Barcelona también se negó a jugar la vuelta de las semifinales de Copa del Rey ante el Atlético de Madrid, aunque en aquella ocasión fue por motivos muy diferentes.
Louis Van Gaal, técnico azulgrana aquel entonces, sólo contaba con 14 jugadores convocables dentro de las condiciones que impone la RFEF (siempre deben jugar un mínimo de siete jugadores de la primera plantilla en Copa). El Barça pidió que pudieran llamar a más jugadores del filial o, si no, se retirarían del partido. Una amenaza que también cumplieron.
Cuando Díaz Vega, colegiado de aquel partido, se dispuso a pitar el inicio del encuentro, el Barça se quedó en la banda y su capitán, Pep Guardiola, se acercó para comunicarle la decisión. El partido se le dio por perdido al conjunto local y el Comité de Competición sancionó al Barça con la correspondiente pena de ser apartado de la Copa durante dos temporadas (en aquellos años el reglamento era mucho más duro al respecto de este tipo de casos).
Sin embargo, Ángel María Villar, presidente de la RFEF, hizo trizas esta sentencia toda vez que amnistió al cuadro blaugrana ese mismo año 2000. La RFEF celebraba elecciones y la victoria de Villar (en el cargo desde 1988) hizo que el mandatario decidiera tomar una serie de medidas de gracia que benefició, sobre todo al cuadro culé.
Cuatro años después el mandatario repetiría el gesto con el Barça pero, en esta ocasión, con el famoso caso del Clásico del cochinillo. El Barça debería haber jugado un partido a puerta cerrada por el lanzamiento de objetos en un Barça - Real Madrid jugado en 2002.
¿Se podría tomar medidas similares en este caso? La respuesta es sí, es decir, que Villar tiene todavía facultades para realizar este tipo de amnistías. Sin embargo, existe un problema: este verano no hay elecciones en la RFEF, momento que suele escoger Villar para dar este tipo de pasos. Así pues, habrá que esperar a si el presidente de la Federación decide dar el paso por su cuenta o si, por el contrario, se inhibe, con el riesgo de crear sobre su imagen la sensación de que sólo ayuda a los grandes del fútbol español y no a los modestos.
Así fue el plantón