Fútbol

El origen desconocido del conflicto entre Iker Casillas y José Mourinho

Cristiano Ronaldo, Mourinho y Casillas en enero de 2011 | RealMadrid.com

Ha pasado medio año desde que Mourinho abandonase el Real Madrid. Sin embargo, y pese al largo periodo, algunas de las heridas que dejó el luso en el Bernabéu siguen abiertas. Algunas todavía no han cicatrizado.

La de Iker Casillas y sus desencuentros frecuentes es, quizá, la más grave de todas. Unos desencuentros que arrancaron en 2010 (y no en 2011) y que tuvieron en Jorge Mendes uno de los motivos por los que el luso acabó defenestrando al capitán blanco.

Lo cuenta Diego Torres, en su libro "Prepárense para perder. La era Mouriho", un libro en el que el periodista de El País trata de desvelar alguno de los secretos de los tres años en los que el entrenador permaneció en la capital de España.

Cuenta Torres que una de las intenciones que tenía José Mourinho era la de hacer del Real Madrid un club que siguiera su modelo deportivo y le dotarada de una suerte de independencia absoluta para hacer y deshacer a su gusto en el área deportiva. 'The Special One' empezó a desplegar su poder y a mostrar sus intenciones cuando, nada más entrar a trabajar en la ciudad deportiva de Valdebebas, decidió prohibir que nadie que no fueran jugadores o su cuerpo técnico vieran los entrenamientos.

El habitual palco para familiares o amigos de los futbolistas (situado al lado del balcón de la prensa) quedaba limitado a visitas ocasionales que, en todo caso, tendrían que producirse previa comunicación personal a Mourinho con un mínimo de tres días previos a la fecha en la que quisiera observarse el entrenamiento. Debían ser los propios jugadores los que le deberían entregar a Mourinho la petición y éste la evaluaría en función de sus criterios, dando o no permiso para ello.

Solo un hombre, según Torres, tenía acceso a los entrenamientos sin necesidad de presentar salvoconducto ninguno: Jorge Mendes, su agente y representante (agente también de Cristiano, Pepe o Di María por aquella época) podía entrar y salir de Valdebebas y de las instalaciones blancas como quisiera. Sólo dos espacios le estaban vetados: el gimnasio y el propio vestuario.

Más allá de esas zonas, era frecuente verle por el despacho de Mourinho, en el césped, justo al lado de la puerta que da acceso al campo en el que se entrena el conjunto blanco, e incluso en el comedor, donde acompañaba a los futbolistas en algún que otro desayuno de equipo.

Ahí, cuenta Torres, solía saludar a sus muchachos. Los corrillos con Cristiano, Pepe o Di María eran frecuentes. Otros jugadores se acercaban al agente y lo saludaban con cortesía e incluso con bromas, sabedores de que era una persona más que de confianza de Mourinho. Era su forma de ganarse la confianza del luso. Todos lo hacían menos uno: Iker Casillas.

Al capitán del Real Madrid no le gustaban nada ese tipo de intromisiones y pasaba junto al agente como si fuera una pieza de mobiliario más, sin saludarlo o lanzarle ningún guiño, con la cabeza mirando al suelo y el gesto adusto y serio. Y es que aquel año, el 2010, Casillas había dado un pequeño paso al frente en su actitud con respecto al resto del equipo.

Ya sin Raúl al frente del vestuario y con el Mundial a sus espaldas, el arquero decidió que se había ganado el derecho de no tener que guardar las formas ante aquello que no le gustaba. Debía ejercer el liderazgo de portar el brazalete sin que nada ni nadie se entrometiese en lo que él consideraba sagrado. Una de esas cosas era la inviolabilidad de ciertas zonas comunes. La presencia de Mendes, por ello, no le terminaba de agradar, algo que Mourinho percibió.

Pese a ello, el luso trató de ganarse su favor con declaraciones como la que protagonizó en el vuelo de vuelta que traía a los expedicionarios blancos de la gala del Balón de Oro en enero de 2011. Con el premio a mejor técnico de 2010 bajo el brazo, Mou lanzó un guiño a su portero. "Algún día un portero ganará el Balón de Oro y si ocurré lo ganará éste que tengo a mi izquierda [en referencia a Casillas] porque él es el mejor portero del mundo", añadió.

El acercamiento funcionó y aquel año Casillas cumplió parte de las órdenes de su técnico. Hasta que llegó la Supercopa del curso siguiente y la famosa llamada de Iker a Xavi y Puyol. Desde entonces, la opinión del luso cambió. Lo que vino después es de sobra conocido.

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