
En las últimas semanas, el Barcelona del 'Tata' Martino está siendo cuestionado a pesar de sus brillantes números, solo interrumpidos por la ruidosa derrota de ayer en Ámsterdam. La mala imagen ofrecida en el Amsterdam Arena ha cargado de razones a los más críticos, que, a tenor de lo visto en el campo, piensan que varias partes del engranaje culé que comienzan a desencajarse poco a poco.
En primer lugar, aunque Martino ha insistido en que el objetivo de su equipo es alcanzar la mayor perfección posible en su juego, las percepciones sobre el terreno ayer dijeron todo lo contrario: en la primera parte, los culés fueron un equipo sin alma ni posesiones largas (de hecho, contra el Rayo Vallecano la perdió por primera vez en cinco años) y con menos sonrojos a la hora de arrinconarse atrás.
A este respecto, el partido dejó varios detalles, como el de Piqué acabó jugando de delantero centro para colgar centros al área, una renuncia al estilo que tantos títulos le dió al Barça de Pep. Una decisión valiente por parte de Martino, pero que sin embargo le ha granjeado muchas críticas en el entorno culé, ya que se considera una especie de traición a una manera de hacer las cosas que ha quedado para la posteridad. El hecho de que el Ajax apostara por ese juego de toque al que el Barça parece haber renunciado en cierta medida, aumenta el escozor en Can Barça.
Un Xavi mediocre
Merece mención aparte el mal partido de Xavi, paralelo al cambio de estilo. Los dos hechos se retroalimentan: Xavi no está al nivel de hace varios años y el Barcelona ha renunciado a su esencia. Lo segundo es causa de lo primero, pero lo primero también puede ser una consecuencia de lo segundo, ya que la falta de una apuesta por el 'tiki taka' provoca que el de Terrasa se difumine sobre el césped.
Otro jugador que es una sombra de lo que fue es Puyol, que a los 35 años de edad, deja muestras claras de declive, lo que ha repercutido en la defensa del Barça, que carece de un líder natural. La irregularidad reciente de Piqué, la presión ejercida sobre Bartra, las lesiones y la ausencia de un fichaje de garantías este verano son los síntomas de que el Barça no es el mismo atrás. Y el resultado es el que se ve en partidos como el de ayer, con Puyol retratado en su propia área, en una posición (la de lateral derecho) que llevaba años sin ocupar. Una solución de emergencia, improvisada, que fracasó.
Y, por último, el factor Messi: el rosarino vive la que es, con toda probabilidad, su peor etapa en el Barcelona. A sus mala relación con los directivos, hay que sumar su mayor periodo de lesiones desde que está en el primer equipo, que comenzó ante el PSG la temporada pasada y firmó su último episodio ante el Betis con una rotura de fibras que le dejará sin jugar hasta enero. Sin él en Ámsterdam, en el Barça faltó un emblema, un jefe, un fuera de serie que aporte confianza al resto y que despeje las dudas del ataque culé. El despropósito de la delantera de Barça ayer se resume en que el único gol llegó de un penalti que no fue.