
Pep Guardiola fue el encargado de prender la mecha. "Han usado la enfermedad de Tito para atacarme. Hay cosas que no perdono", dijo. Tito no tardó en responderle. "En dos meses que estuve en Nueva York no me visitó. Lo necesitaba y no estuvo ahí", replicó. La guerra ha comenzado.
Y en Barcelona no se extrañan de este nuevo cruce de acusaciones entre dos de sus pesos pesados. Porque la capacidad de autodestruirse parece ser inherente al escudo culé. Ésta no ha sido, ni será la primera revuelta interna que se lleva por delante éxitos recientes para sumir al equipo en un estado de inestabilidad constante.
La lista es larga y, en un buen puñado de casos, mucho más dañina para el Barça que lo que parece estar provocando el cruce de acusaciones entre Guardiola y Vilanova. No lo decimos nosotros. Lo dicen sus protagonistas.
"Si queréis os cuento lo del Hesperia y entonces sabréis lo que es ruido de verdad", ironizó ayer Zubizarreta en sala de prensa, codo con codo con Tito. El director deportivo se refería al terremoto que probablemente más influido en la historia del Barça. El conocido como 'motín del Hesperia'
Un motín que lo cambió todo
El 28 de abril de 1988 la plantilla del Barça junto con Luis Aragonés, su entonces entrenador, se reunió en el hotel Hesperia de la Ciudad Condal donde estaban concentrados y redactaron un documento que pedía la salida de Josep Lluis Núñez como presidente del Barça. Problemas deportivos y un lío con Hacienda provocó el intento de 'golpe de Estado'.
Alexanco, capitán por aquel entonces del equipo, salió ante los medios para anunciar la medida. La escena dejó atónito a toda España.
Núñez no tardó en reaccionar, pero no en el sentido que esperó el plantel. Núñez despidió a Aragonés, y aunque ya tenía atado a Javier Clemente, fichó a una joven promesa de los banquillos: Johan Cruyff.
La llegada del 'flaco' fue el primer paso, pero no el único. Buena parte de los protagonistas de aquel motín acabaron en la calle, lo que dio paso a que un imberbe portero vizcaíno acabara ocupando la portería culé. Su nombre, Andoni Zubizarreta. ¿Les suena?
Los ecos del Hesperia
Aquel terremoto fue el cenit de la inestabilidad culé. Nunca antes se había visto a una plantilla pedir la dimisión de un presidente en una entidad del peso de la blaugrana. Probablemente pase mucho tiempo hasta que se repita algo parecido. Pese a las rápidas medidas de Núñez, sus réplicas se dejaron sentir años después.
Cruyff cambió el modelo de la entidad, su filosofía y, probablemente, la historia del fútbol mundial con su 'Dream Team', pero la oposición al 'president' seguía siendo fuerte tanto dentro, como fuera del club. Una oposición que terminó enraizando en el propio Johan.
En 1996, Núñez acabó despidiendo a su entrenador fetiche por profundas diferencias internas sobre la gestión de la plantilla y el rumbo que tenía que tomar la entidad. Aquello dejó herido de muerte a un Núñez que no tardaría en abandonar el club dejando a su mando al que había sido su vicepresidente, Joan Gaspart.
Su gestión forofa del club y la sequía de títulos que asolaba al club a finales de los 90 en comparación con el Real Madrid (amén del baile de fichajes millonarios sin pena ni gloria) provocaron su caída a manos de una de las cabezas visibles de la plataforma que, durante años, había castigado primero a Núñez y luego a Gaspart: Joan Laporta, miembro de la plataforma 'elefant blau' (elefante azul) se hizo con el poder.
La inestabilidad de la era Laporta
Laporta llegó con fuerza y éxitos. Le 'robó' al Real Madrid a Ronaldinho y bajo su mando y el de Rijkaard, el club empezó otra era dorada que no se correspondía con la estabilidad interna de una directiva que seguía viviendo en la marejada constante. Rosell, miembro de aquella primera junta de Laporta, abandonó el 'barco' en 2003 asqueado de las decisiones de su mentor y hasta entonces amigos. Casualidad o no, el Barça comenzó entonces a conseguir títulos en una racha que se frenó entre 2006 y 2008.
Aquel frenazo se llevó por delante a Rijkaard y casi se lleva por delante a Laporta después de que un socio plantease una moción de censura contra el presidente. Laporta ganó, pero su imagen seguía dañada porque lo hizo de forma amarga. Aquella votación le pidió por mayoría simple que se fuese, pero los estatutos requerían una mayoría mayor.
Luego llegó Guardiola y con él la tranquilidad amparada bajo el paraguas de sus éxitos. Cierto es que en sus cuatro años al frente del equipo hubo conatos de incendio, pero nunca como antaño. Por fin el Barça sabía vivir de sus éxitos Hasta ahora.
La llegada de Rosell anticipó algunos movimientos de la tormenta que se ha desatado estos días. Su junta dio luz verde a una querella contra Laporta (su 'enemigo) por supuesta gestión irregular, algo que no gustó a Guardiola. El técnico acabó decidiendo irse el año pasado, no sin filtrar que no le gustó como anunció Rosell su marcha del club y la llegada de Tito Vilanova al banquillo.
Un año movido
A partir de ahí comenzó una temporada (la 2012-2013) con altos y bajos deportivos y extradeportivos que han provocado dudas sobre la continuidad del ciclo triunfal.
La llegada de Neymar, la salida de Abidal y algunos de los ayudantes de Guardiola rumbo al Bayern, las ventas a bajo coste o el caso Thiago Alcántara han sido los últimos episodios de una tensión que ha explotado con el cruce de acusaciones personales y profesionales entre Guardiola, Tito Vilanova y parte del entorno del Barça. Y a todo ello súmenle que Laporta promete volver a presentarse en 2016. Leña al fuego.
Es la historia de siempre en un equipo que parecía haber dejado atrás su lado cánibal a golpe de éxitos y más éxitos. Error. El poder autodestructor del Barça ha vuelto. Veremos si es para quedarse como tendencia duradera o sólo como una dolorosa y corta moda de verano.