
Mourinho es un genio. Un auténtico genio. En apenas nueve meses, ha conseguido lo que parecía imposible. Y es que el portugués ha unido por fin a su vestuario. Claro, que quizá lo ha hecho en el sentido en el que jamás nadie creyó posible. Porque hoy por hoy el Real Madrid es una piña, pero lo es para rechazar los postulados de su entrenador. Los fieles también lo han abandonado. Lo ha logrado. Mourinho está solo en el Real Madrid.
Sólo, entiéndanme, en lo que se refiere al trato con sus futbolistas. Claro que todavía tiene incondicionales dentro del club y especialmente en un cuerpo técnico que ha redoblado sus esfuerzos y multiplicado sus mensajes a favor de su jefe. Filas prietas, que diría aquel.
Karanka es la prueba. Su mensaje es más 'mourinhista' que el de un Mourinho que ya se ha visto obligado a matizar a su segundo en dos ocasiones: a propósito del no fichaje de Diego López en temporadas anteriores y al respecto de cómo entrena Casillas.
Pero eso es materia para otro análisis. Ahora toca mirar a un vestuario que ya no apoya a Mourinho. Ni lo hace de forma colectiva, ni individual. Desde hace tiempo el luso ha ido perdiendo los guiños de una plantilla que, hace un año, estaba formada por diversos 'grupos' heterogéneos, cada uno con sus cualidades particulares.
Por un lado estaban Iker Casillas y Sergio Ramos, apoyados de cerca por algunos españoles y Gonzalo Higuaín. Estaba luego el quinteto de los portugueses, Cristiano Ronaldo (un grupo con entidad individual e influencia en sus compatriotas y los nacionales), los alemanes y los franceses... en fin, lo que sucede en todo grupo humano.
Cada uno de sus miembros busca a sus semejantes aunque todos velen por los intereses mayores del colectivo al que representa, en este caso, el Real Madrid.
Dentro de estos 'grupetos', encontrábamos de forma destacada a los jugadores representados por Jorge Mendes (agente también de Mourinho) y a los españoles como los dos principales bloques de la plantilla merengue.
Los primeros solían alinearse con el luso y éste les solía responder con gestos de simpatía y condescendencia deportiva que solían enfadar a los segundos.
¿Ejemplos? La defensa a Pepe, la constante presencia de Coentrao en el once merengue, la titularidad incontestable de Cristiano... nada de eso se daba con los españoles o quizá sí, pero a cuenta gotas y sólo con dos ellos.
En los últimos tiempos Xabi Alonso y Arbeloa se convirtieron en los dos 'ojitos' derechos de Mourinho. Los únicos jugadores que lo apoyaban desde que comenzaron a bajar las aguas turbias por el Paseo de la Castellana.
Este gesto ya era de por sí llamativo. Que Cristiano, Pepe, Di María, Coentrao o Carvalho dejasen de apoyar a su entrenador se convirtió en un hecho diferencial en el devenir de los acontecimientos internos del Real Madrid y especialmente el hecho de que CR7 lo dejase de lado.
Todo comenzó en 2011 cuando el ariete se puso del lado de Casillas en el asunto de la llamada a Xavi, pero siguió cuando, a principio de esta temporada, Mourinho señaló a Cristiano por afirmar que no se sacrificaba por el equipo, algo que sentó muy mal al delantero. Si algo hacía, día tras día, duelo tras duelo, era darlo todo por el club.
La amistad que ha ido tejiendo Cristiano Ramos con Sergio Ramos ha terminado de hacer el resto, tendiendo puentes de un 'bando' a otro. De ahí que ahora ya ni Pepe (uno de los protegidos mayores de Mourinho) esté con su técnico, aunque, a este respecto, que nadie se engañe: las palabras de crítica del central al técnico no son por fidelidad a Casillas (que también) sino a Cristiano, jugador que tampoco entiende el trato al que se está sometiendo al capitán merengue.
Con todos estos ingredientes flotando en el ambiente se han cocinado los últimos enfrentamientos entre Mourinho y sus jugadores en sala de prensa y zonas mixtas hasta provocar lo que parecía impensable: Xabi Alonso también le ha retirado su apoyo.
Ayer habló tras golear al Málaga y lo hizo de forma educada, pero rotunda y con tres puntos fundamentales en su discurso: no se irá del Real Madrid, apoya a Casillas (con el que mantenía roces precisamente a propósito de su postura con respecto a Mourinho) y no le gusta que haya ruido como el que monta el luso en la previa de la final de Copa.
Su gesto voluntario de hablar ante los medios es un puñetazo en la mesa que deja claro que el portugués ha cruzado ciertos límites imposibles de traspasar incluso para sus fieles y más moderados defensores.
A 'The Special One' ya sólo le queda la indiferencia de jugadores como Diego López, Modric, Essien o Varane, jugadores que no están en su contra, pero tampoco son incondicionales del portugués. Sólo miran, escuchan y callan. Escaso bagaje para tres años en el banquillo del Real Madrid.
Puede que, por primera vez en toda su carrera, Mourinho no deje ni un sólo amigo en una de las plantillas a la que deja. Tampoco antes el luso había entrenado un equipo de la dimensión que supone el Real Madrid. La casa blanca es algo totalmente distinto. Demasiado grande. Demasiado complejo.