
La relación de José Mourinho con la cantera no atraviesa su mejor momento. El luso sigue sin contar con los canteranos para los momentos clave y en los puestos clave. Para colmo, su trato con Alberto Toril, el entrenador del Castilla, no es precisamente el mejor. Ni se hablan y cuando lo hacen, es a través de los medios de comunicación con mensajes ocultos y nada conciliadores.
Las críticas al uso que 'The Special One' hace de los chavales y las explicaciones que ha dado al respecto (la mayoría señalando al propio Toril como responsable) han levantado mucha polvareda y malestares varios.
Ni los propios jugadores del filial se han sentido protegidos, ni a algunos directivos les ha parecido correcto lo expresado por el portugués. Forman parte de ese grupo que sí cree en la cantera. Súmenle la habitual oposición del sector crítico del vestuario blanco y tendrán como resultado un cóctel peligroso. Cóctel, por cierto, nada nuevo en la casa blanca.
No es la primera vez que la cantera y su utilidad genera este tipo de discusiones dentro de un club que se mueve en las últimas temporadas más cerca del negocio con los chavales, que de la formación para la primera plantilla. Seamos justos: Mourinho no es el primer técnico de la casa blanca que pasa de la cantera.
Alguno, incluso, no sólo ha pasado de los chavales. Ha explotado contra ellos y contra el club por la gestión que se hace de ellos. Si el propio entrenador se formó en esa cantera, el caso llama más todavía la atención. Es el caso de José Antonio Camacho.
El técnico de Cieza protagonizó hace ocho años una de las salidas más rocambolescas del club blanco. Fue en 2004 cuando, tras un verano movido, dejó el Real Madrid apenas disputadas un puñado de jornadas. No le gustaban cómo se estaban haciendo las cosas en el equipo y decidió dar el portazo por segunda vez. La otra sucedió en el verano de 1998.
Entre las razones por las que Camacho dejó el club estaba la cantera. La cantera y el vedetismo instalado entre unos chavales que, según él mismo confesó en círculos privados, se creían con el derecho de jugar en el Real Madrid por el mero hecho de llevar en el pecho su escudo.
Eran los años de la política de Zidanes y Pavones. Cierto es que Jorge Valdano ya no estaba en el club, pero la inercia de aquella política iniciada por el hispano-argentino seguía marcando las decisiones en el Real Madrid. La filosofía se resumía en grandes estrellas y jugadores del filial "aunque muchos no merecieran jugar en el Real Madrid", como solía manifestar a los suyos un Camacho al que pilló por sorpresa esta forma de ver el fútbol en el verano en el que dirigió una pretemporada atípica.
En Asia, el murciano se encontró con poca capacidad para decidir cómo entrenar. Los tiempos los ocupaban más los actos protocolarios de marketing y los medios de comunicación. Poco entreno, mucha foto. Eran los años de los galácticos. Y entre ellos, Camacho llamó para hacer esta gira a los chavales que el staff de las categorías inferiores le había indicado como los mejores.
Para su sorpresa, aquellos chavales le decepcionaron. No merecían estar en el Real Madrid. Ni siquiera entrenar con ellos. "En mis años, tenías que estar corriendo en el campo de entrenamiento mediahora de que llegara el entrenador para que cuando te viera al menos se preguntara quién era el gilipollas que estaba ahí. Había que currárselo de verdad. Éstos [por aquellos canteranos de 2004] eran distintos. Tenías casi que tratarles de usted por ser canteranos. No sabían ganarse el puesto", solía relatar el ahora seleccionador chino.
Camacho explotó. Les recriminó a los 'niños' su forma de ver la vida y les criticó duramente en aquella pretemporada. La consecuencia fue un tirón de orejas procedentes de algunos directivos, que le insistían en que los canteranos debían jugar no sólo por cuestiones deportivas, también de imagen. El de Cieza seguía sin entenderlo.
Por eso, aunque fiel defensor de las categorías inferiores, Camacho dejó de contar con los chicos del entonces Real Madrid B. Apenas un puñado de ellos jugó con él en el banquillo. Consecuencia de una política que ahora parece haber cambiado. Mourinho insiste ahora en lo que en su día parecía defender aquel técnico murciano que salió por la puerta de atrás de una institución tocada. El canterano que se lo merece jugará, pero jugar por jugar, nunca.