
Iker Casillas es un icono del madridismo. Muchos aficionados del Real Madrid se atreverían a describirlo directamente como 'el madridismo', al igual que otorgaban este título honorífico a Raúl, Butragueño o Di Stéfano. Cosas de las figuras sagradas que representan el sacrificio por un escudo, el rendimiento de los grandes y la forma de ser que se le supone a toda la institución.
Sin embargo, el arquero merengue está pasando un momento delicado en este inicio de temporada. No está siendo, desde luego, su mejor arranque desde que se convirtió por méritos propios en el guardameta número uno del planeta.
La lista de fallos o de acciones en las que simplemente podía haber estado mejor ha crecido demasiado. No es lógico ver a Iker fallar. Que lo haga en más de una ocasión pasa por hecho histórico. De ahí que su ánimo esté tocado. No es la única razón.
Sus roces con Mourinho y los problemas extradeportivos (dícese Cristiano o Sergio Ramos ) que ha atravesado el cuadro merengue en el comienzo del curso parecen hacer mella en un jugador que se convirtió ese miércoles en noticia por una imagen atípica: la de su no celebración del tanto de Cristiano Ronaldo. El único madridista del Bernabéu que no lo hizo pese a que él representa, mejor que ninguno de sus compañeros, el madridismo en sí mismo.
Cadena de errores
Quizá porque Iker es Iker, los fallos que ha tenido esta temporada no han saltado a la palestra de los medios como sí lo han hecho los de otros futbolistas. Es parte del crédito ganado con los años. Los aficionados se lo perdonan casi todo.
Sin embargo, el arquero no ha estado bien en momentos puntuales y clave. Pequeñas acciones que no deberían desesperar a un profesional, pero que sí afectan a Casillas. Su autoexigencia roza la obsesión.
Para muestra, un ejemplo: en la Supercopa de España sus paradas libraron al Real Madrid de la goleada en el Camp Nou y la remontada en el Bernabéu. Pues bien, el portero sólo le dio vueltas a una acción: la falta que clavó Messi. En el resto del partido estuvo perfecto, pero la mala colocación de la barrera le minó la moral los días posteriores. Aquí se puede observar el error. En amarillo el lado que cubría la barrera. En rojo, el que debería haber cubierto y por donde entró la bola.
Antes, ante el Getafe, el portero no estuvo del todo fino en la jugada del gol de Valera. Algo similar sucedió ante el Valencia, donde se comió el remate de Jonas y, para colmo, lesionó a Pepe. Días después, frente al Sevilla, el arquero sólo pudo hacer la estatua en el remate de Trochowski.
Otros verían imposible atajar su cabezazo, pero no un Iker que, precisamente en Sevilla, ha obrado milagros como aquellas dos míticas estiradas ante Perotti primero (2009) y Del Moral después (2011).
El martes, frente al City, sus críticos creen que pudo hacer más en el primer gol de Dzeko y, sobre todo, en la falta de Kolarov que acabó en el 1-2. Otra vez una falta. Otra vez la obsesión de Iker.
De ahí que quizá no celebrase el tanto de Cristiano. ¿Le comía la culpabilidad del fallo anterior? Es posible.
Tensión extradeportiva
Resulta complicado pensar que un jugador de élite como Casillas se pueda ver afectado por los problemas de vestuario. Pero él, como todos, tiene una condición humana que no es infalible. De ahí que también se pueda entender que alguno de estos fallos vengan, primero, por la presión del mal inicio de campaña madridista.
Añádanle los dos rifi-rafes con Mourinho desvelados hasta ahora. El primero tras caer en Getafe. El segundo, tras el tropiezo frente al Sevilla. Su gestión como capitán de casos como el de Cristiano o el de Sergio Ramos también le exigen atención. Atención que podría robársela de sus paradas bajo palos.
Pero el madridismo confía. Confía en él porque siempre ha vuelto. Tiene crédito. Tanto casi paradas salvadoras ha hecho en años anteriores. Es la ventaja de ser parte indispensable de la historia del club, de ser, casi casi, un trocito del escudo que el equipo luce cada partido con mejor o peor fortuna.