
La salida de Keita del FC Barcelona es algo más que un problema para el Barça. Su adiós ha generado un agujero en el plantilla blaugrana que difícilmente podrá cubrirse con fichajes inmediatos. Eso, en una escuadra sobrada de efectivos no sería motivo grave de preocupación. Sin embargo, en el club culé es distinto.
Guardiola y su política de un equipo limitado a no más de 22 jugadores ha provocado un efecto dominó que dejará notar sus consecuencias en la próxima campaña. En la Ciudad Condal comienzan a asumir lo inevitable: habrá pérdida de competitividad para la próxima temporada.
En primer lugar, porque el club comienza el año con tres jugadores menos que los que tenía al iniciar el curso 2011-2012. Al ya citado Keita hay que unir Abidal y Maxwell. El primero, baja por tiempo indefinido tras su trasplante de hígado. El segundo, vendido a mitad de temporada. Tres hombres, además, clave en el entramado.
Al menos Keita y Abidal así eran valorados por el cuerpo técnico blaugrana. Al primero Pep siempre lo llamó "la niña de mis ojos" en referencia a su importancia dentro y fuera del terreno de juego. El segundo era una suerte de seguro todoterreno que, tras superar la operación por cáncer, parecía, la campaña pasada, volver a ser el de otras temporadas. Pues bien, ni uno, ni otro.
Cierto es que la llegada de Jordi Alba cubrirá en parte los problemas en defensa, pero no será suficiente. Hacen falta un defensa central más, un nuevo mediocentro defensivo y un delantero centro que cubra el eterno puesto de nueve vacante desde que Guardiola decidiera jugar con un nueve falso. Tito prefire tener una referencia en punta.
Tres problemas que en el mediocampo se convierten en asuntos casi de 'Estado'. Sin Keita, Busquets se quedará sólo en la posición de pivote defensivo. El malí era el encargado de suplir al canterano cuando el descanso, las lesiones o las sanciones así lo requerían.
Mascherano, a priori, podría ejercer esa función, pero se ha adaptado tanto a la defensa, que subirle a la medular sería desvestir a un santo para vestir otro. Generaría, en definitiva, más problemas que los que resuelve.
Sin dinero para fichajes
El Barça asume que tendrá que peinar el mercado para buscar un refuerzo, pero fichar es, hoy por hoy, un gran problema para la entidad que dirige Rosell. El dinero que poder invertir está muy limitado. Tras gastar 14 millones en Jordi Alba, el club apenas cuenta con 30-40 millones más para traer nuevos jugadores.
Teniendo en cuenta los precios de mercado y lo que piden los clubes vendedores por los hombres que interesan, parece díficil que el club pueda cubrir las tres vacantes que quedan con esta cantidad.
Vender alguna estrella (como ocurre en el caso de Villa) podría ser una solución, pero nadie en el Barça tiene claro que haya clubes capaces de hacer desembolsos que permitan llenar las arcas para completar las necesidades culés.
La cantera seguirá siendo un plan B siempre disponible, pero las posiciones requeridas son precisamente aquellas donde los culés no tienen precisamente muchos chavales disponibles.
Encaje de bolillos que sólo se resolverá al final del verano y cuya efectividad se resolverá cuando la temporada llegue a su punto final.