
Empate con sabor amargo. No tanto por el resultado, que también, sino por las formas. El resultado del pasado sábado entre la Real Sociedad y el Barça ha disparado las alarmas en el Camp Nou. La liga será cosa de dos, sí, pero sólo si los culés (y el Real Madrid, se entiende) aprietan al máximo cada minuto. Algo que en Anoeta no sucedió con los culés y especialmente con tres futbolistas: Messi, Villa e Iniesta.
Ninguno de los tres fue titular. Guardiola decidió reservarlos con la lógica de los entrenadores que, por fin, tienen un banquillo largo y de máximas garantías. Los tres llegaron al duelo tras largas y agotadoras experiencias con sus selecciones nacionales.
Messi recorrió media Asia con Argentina. Villa e Iniesta volvieron a ser clave y a jugar buena parte de los partidos de España. Sus sustitutos, además, no eran precisamente malos jugadores. Alexis, Cesc (de nuevo falso nueve) y Pedro garantizaban un ataque de calidad. Y así fue hasta que entró Villa en el terreno de juego.
El Villa menos Villa del Barça
Desdibujado, apático y poco clarividente de cara a puerta, 'El Guaje' firmó uno de los peores partidos que se le recuerda con la elástica del FC Barcelona. Cúmulo de despropósitos que cerró de la peor manera posible. Su pase involuntario a Aguirretxe en la jugada del 2-2 de Griezmann indigno de un campeón del mundo. Villa no mostró ni actitud, ni calidad.
El 7 del Barcelona suma así una nueva mala racha negativa. Desde su tanto al Real Madrid en el Bernabéu (en la Supercopa del 14 de agosto) no ha vuelto a marcar con los culés en competición oficial. Cuatro partidos en blanco que contrastan con su buen momento con España.
Messi y la explotación argentina
Algo parecido le ocurre a Messi. Es el mundo al revés. El argentino solía brillar de manera excelsa con el Barça para apagarse con la albiceleste. En esta ocasión, el 10 brilló con su Selección pero se apagó en Anoeta. De los tres titulares que fueron suplentes el sábado, era el que más excusas tenía.
Sus largos viajes para satisfacer los bolos de su combinado nacional le agotaron y machacaron. Y pese a ello, gozó de alguna buena oportunidad. Lo suyo no fue cuestión de actitud.
Iniesta se quedó sin rugido
Algo diferente se vio en el caso de uno de los que nunca falla a su cita. Iniesta también se contagió de la apatía, conformismo o displicencia culé (llámenlo como quieran) y sobre el prado de San Sebastián trotó sin rumbo, control, ni acierto. Ni posesión, ni dominio...nada. Ninguna de sus señas de identidad aparecieron en la segunda parte cuando Guardiola tiró de él para buscar la remontada. El león de Fuentealbilla se quedó sin su rugido.
A buen seguro que todos estos gestos no responden más que a una pájara momentánea de tres pilares básicos del campeonísimo FC Barcelona.
Pero, como ocurre siempre con lo que roza la excelencia, un momento de debilidad normal en el común de los mortales, se transforma en debilidad criticable. Es lo que tiene estar llamado a ser crack vital en el mejor equipo de las últimas décadas.