
"¡Silencio! Se rueda". Como si de una megaproducción de Hollywood se tratase, los dos directores de orquesta del Clásico han dado toque de queda entre sus filas. No habrá declaraciones. Mucha discreción. Pocas palabras. El duelo del 29-N entre Barça y Real Madrid será el de los micrófonos caídos.
Así lo ha pedido Pep Guardiola a los suyos. Así lo ha deslizado José Mourinho al gabinete de prensa de su equipo. Estrategias sorprendentes toda vez que lo habitual es que el intercambio de misiles verbales tierra aire en el puente aéreo sea una constante, incluso sin duelo directo de por medio.
Guardiola, el crespado
Un juego de titulares en el que Guardiola, cierto es, se maneja con mucha más prudencia que su homólogo blanco. Sin embargo, esta temporada Mou ha logrado lo imposible: sacar un poco al de Sant Pedor de sus casillas.
En las ruedas de prensa, preguntado en cada una de ellas por las declaraciones previas de Mourinho, Guardiola se muerde el labio y responde o bien con evasivas ("¿Ha dado nombres? Pues si no los da, no tengo nada que decir") o con gestos de resginación ("No quiero hablar del Real Madrid y de su entrenador").
Sin embargo, este año hemos observado lo que parecía imposible: Guardiola encrespado. Así terminó el duelo frente al Villarreal ("Mira la televisión. Pon la tele y mira el 2-0", le dijo a Garrido) o ante el Copenhague (se enzarzó con el técnico local por una polémica de la ida). Si Pep entra al trapo, lo normal es que sus jugadores lo hagan.
Por eso el Barça repite estrategia: habrá ruedas de prensa, pero no habrá entrevistas personalizadas de sus jugadores. El objetivo es que no se caliente demasiado el duelo con deslices individuales que puedan desconcentrar al grupo.
Además, las ruedas de prensa se limitarán a hombres veteranos, de esos que la sangre nos le hierve con una pregunta vestida de blanco. Piqué o Busques no hablarán del clásico, por ejemplo.
Mourinho, acaparará los micrófonos
Mourinho, entre tanto, parece repetir estrategia. En su caso, el plan ya es norma. Con Inter de Milán o Chelsea hizo algo parecido en duelos anteriores. Sus jugadores tampoco concederán (salvo contadas excepciones) entrevistas personalizadas. Sólo ruedas de prensa.
"Estos 12 días sin hablar han sido los más felices de mi vida", dijo ayer Mourinho. Sarcasmo (él usa la prensa más que nadie para lanzar su mensaje y manejar los tempos) que esconderá, de nuevo, su protagonismo absoluto. Conciliador o alterador de ambientes, él sí que hablará y no se descarta que saque su colmillo más retorcido para calentar el duelo a su favor.
Ya lo hizo con el Inter de Milán en semis de la Champions disparando, curiosamente, por el lado de las fobias con los madridistas.
"Para el Barcelona no es un sueño, es una obsesión. Un sueño es más bien orgullo, los jugadores estarían muy orgullosos si pudieran alcanzar la final. Para ellos es cumplir su sueño. El Barcelona lo consiguió en París y Roma, por eso es una obsesión para ellos, y la obsesión se llama Madrid y Santiago Bernabéu", dijo por entonces.
Lo que haga ahora, será cosa bien distinta, si bien sus jugadores guardarán silencio. Ingredientes extra para un Clásico del que hablarán todos menos sus protagonistas.