
Los dos buscaban tiempos mejores. Los se sentían frustrados, perdidos sin la esencia de su magia. Los dos visten con el 8 a la espalda. Los dos marcaron en esta jornada, pero sólo uno de ellos ha vuelto. Iniesta le ha ganado a Kaká la carrera virtual por recuperar el pedestal del que ambos se bajaron tras sufrir la tortura de las lesiones.
La matemática dice lo contrario. Kaká le hizo un doblete al Villarreal en una goleada a priori, menos sencilla que la del Racing. Iniesta, sin embargo, sólo mojó una vez contra los santanderinos, equipo que llegó al Camp Nou derrotado antes del pitido inicial.
Afortunadamente, las sensaciones del fútbol no se rigen por la norma de los números. Es parte de su magia.
Kaka y la presión de querer agradar
El gol de Iniesta le supo a gloria bendita, miel en el paladar de un campeón que vuelve a su ser. Kaká, por contra, ve como la estadística no le llena. Está bien, maquilla su mala imagen, pero sigue siendo insuficiente.
Lo demostró con los gestos. Apáticos y no muy efusivos en las celebraciones de ambos goles. Especialmente en el segundo. Dedos señalando al cielo y poco más. Minutos antes el run run del Bernabéu había mirado con malos ojos el cambio de Pellegrini. Granero por Van der Vaart. El canterano, mejor que Kaká, no merecía salir. El brasileño, sí.
Él lo sabe. Los grandes futbolistas desarrollan un sexto sentido que les permite detectar mejor que nadie sus propios biorritmos. Kaká es exigente y por eso está triste. Quizá radique aquí (y en la pubalgia que arrastró durante media temporada) parte de sus problemas.
Ansioso y acelerado, pretende lograr lo complicado (pases imposibles, remates lejanísimos o cabalgadas eternas), antes que lo sencillo (pases en corto, remates sencillos y apoyos constantes). Quiere demostrar que vale lo que pagó por él Florentino Pérez. Vieja historia conocida en el Bernabéu.
Se sabe, además, huérfano de talento. Rodeado de 'jugones' no se siente tan observado y saca lo mejor de sí mismo. Cuando por sus botas debe nacer toda la creatividad blanca, se atasca. Además, juega fuera de sitio (desde la izquierda). Frente al Villarreal se pudo descolgar más hacia el centro, pero la maraña amarilla se le enredó en las botas. No encuentra su sitio.
Iniesta y la paciencia del barcelonismo
Todo lo contrario le pasa a Iniesta. A él su gol sí que le supo a gloria. Abstinencia indeseada desde que desató el baby boom culé. Su gol al Chelsea en Standford Bridge en las semifinales de la Champions fue su último tanto.
Por eso lo celebró por todo lo grande. Es el retorno silencioso de un jugador al que la grada del Camp Nou permite paciencias que el Bernabéu no concede. Al igual que Kaká, el de Fuentealbilla ha estado lesionado. Arriesgo ante el Manchester en la final de Roma. Lo pagó. También él se 'comió' la cabeza. Sin embargo, Guardiola y el barcelonismo le han sabido esperar sin urgencias.
Sin las responsabilidades del brasileño, ha ido entrando poco a poco en el equipo. El del sábado, ante un equipo propicio, Iniesta volvió a coger los galones de la creatividad en el mediocampo culé. Faltaba Xavi y ante él, dos escuderos más físicos que imaginativos: Busquets y Touré.
Iniesta fue Iniesta. Regate, pase y remate. ABC del futbolista total. Su tanto remató la faena y le coloca en la senda del retorno. Deberá refrendarlo en los próximos partidos, pero no parece que le cueste hacerlo.
El ocho del Barça ha regresado. El ocho del Real Madrid sigue vacante.