
Expertos de ambos lados del Atlántico reivindicaron que Joaquín Sorolla (1863-1923), el pintor de la luz mediterránea, abrió las puertas del impresionismo al gran público estadounidense de principios del siglo XX y generó un creciente interés por la estética española.
Expertos que han seguido el rastro de las obras del valenciano, han reparado sus lienzos y han estudiado sus influencias participaron en un simposio internacional en Dallas (Texas), paralelo a la exposición "Sorolla y América", que se exhibe en el Museo Meadows hasta abril y llegará a Madrid en septiembre de 2014.
Los dos viajes de Sorolla a Estados Unidos, en 1909 y 1911, fueron tan fructíferos que ahora, más de un siglo después, dan lugar a esta exposición de unas 160 obras.
En Dallas, se han reunido las pinturas que Sorolla exhibió en el país, pero también las piezas que forman parte de colecciones estadounidenses y los retratos que le encargó la clase adinerada, maravillada por la estética y la luz de ese español que hacía las Américas.
Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor y comisaria invitada en la exposición, consideró que su bisabuelo consiguió adaptar el ojo del gran público estadounidense de la época a la corriente impresionista.
No en vano, en tan solo un mes, 160.000 visitantes vieron su primera exposición en Nueva York y 100.000 en Chicago, en una época en la que -para hacerse una idea- su Valencia natal tenía 200.000 habitantes.
"Además de su gran naturalidad, sus pinturas son estimulantes porque Sorolla inyecta su propia perspectiva de las cosas y su capacidad de capturar la vida", explicó Pons-Sorolla, una referencia imprescindible para entender al artista valenciano.
Pons-Sorolla cree que el maestro de la luz supo acostumbrar a los estadounidenses a una nueva concepción de la pintura gracias a la "belleza propia del impresionismo para capturar escenas" y la "desintegración de colores y formas".
Parte de la belleza la conseguía con la falta de detalles, parte de la excelencia la demostraba con su capacidad de "concentrar la esencia de las cosas" y parte de su naturalidad la exhibía "sin rastro de duda" en su pincelada, en opinión de la bisnieta.
De hecho ella, Blanca Pons-Sorolla, es quien engendró la actual exposición, que es fruto de dos años y medio de recopilación y de décadas de trabajo para localizar las obras.