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El lado bueno del turismo: Matera, la ciudad excavada en la roca que se olvidó de la miseria

  • La ciudad italiana de Matera está resurgiendo de una época de miseria
  • En 1993, su centro histórico recibió un reconocimiento por parte de la Unesco
  • Y este 2019, junto con Plovdiv, la urbe es la Capital Europea de la Cultura
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La ciudad italiana de Matera, rodeada de extensos campos de olivos y a unos sesenta kilómetros del mar Adriático, es testigo de excepción del paso del tiempo, pues su territorio ha sido habitado ininterrumpidamente durante ocho milenios y así lo demuestran sus extraordinarias grutas del Paleolítico, sus iglesias rupestres o sus edificaciones y campanarios del Alto Medievo. Sin embargo, la ciudad con el paso del tiempo cayó en desgracia y fue sinónimo de marginación y miseria. El turismo está consiguiendo recuperar este bello enclave italiano.

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El núcleo urbano de Matera está protagonizado por los Sassi (piedras, en italiano), un pintoresco asentamiento de casas rupestres excavadas en roca calcárea que ofrece una panorámica de laberinto de calles, color arenoso y acumulación caótica de construcciones que evoca otras ciudades como Jerusalén. Un paisaje que fue testigo de la vida paupérrima de sus moradores, labriegos analfabetos, que muchos sucumbían a la enfermedad y a una alta mortandad. Así lo cuenta en Dios se paró en Éboli (1945) el escritor Carlo Levi, desterrado a esta comarca por el Fascismo, y el histórico comunista Palmiro Tigliatti lo tachó de "vergüenza nacional" en 1948, poniendo sobre la mesa el eterno problema de la Italia meridional.

Sin embargo, la situación empezó a cambiar en 1952, cuando el Gobierno optó por evacuar y alojar en nuevas viviendas a los habitantes de su centro histórico. Desde entonces, la situación empezó a cambiar pero el punto álgido se dio en 1993, cuando la Unesco incluyó en su lista del Patrimonio de la Humanidad a los Sassi y sus iglesias rupestres. Además, el centro histórico de la ciudad sirvió como escenario para producciones cinematográficas como The passion of the Christ (2004), de Mel Gibson.

Esta puesta por el turismo consigue un nuevo hito este 2019, pues Matera, junto con la urbe búlgara Plovdiv, ostenta el título de la Capital Europea de la Cultura, reconocimiento que otorga la Comisión Europea con el objetivo de rehabilitar, potenciar y realzar la imagen de las ciudades e impulsar el turismo. Este resurgir es visible solo con mirar los datos de turismo: en 2010 la visitaron 200.000 personas, en 2017, 450.000; en 2018, 515.000 y en 2019 se esperan 700.000 turistas. Datos muy buenos para una región que suma unos 60.000 habitantes.

Durante su capitalidad, Matera está ofreciendo un amplio programa de actividades y muestras costeado con 48 millones de euros dirigido a analizar el pasado, presente y futuro de la ciudad y Europa. Se ha articulado en cuatro grandes exposiciones sobre temas como la arqueología rupestre, las matemáticas de Pitágoras, el fenómeno de la inmigración en el Mediterráneo o una visión meridional de la Unión Europea.

La Matera paleolítica

Uno de los complejos rupestres más impresionantes es una enorme roca que se levanta en medio de los Sassi y que alberga en su interior dos sorprendentes iglesias excavadas en la piedra: la de Santa María de Idris y la de San Giovanni in Monterrone. La primera, de planta irregular, es la más grande y debe su nombre a que sirvió como cisterna para el agua. En sus enmohecidos muros resisten al tiempo los restos de lo que, a buen seguro, un día fue un severo pantocrátor, pero también otros frescos que representan a la Virgen con el niño, San Antonio, la Sagrada Familia, la Anunciación y la conversión de San Eustaquio, patrón de la ciudad.

El afán por acumular agua ha marcado la ciudad, que cuenta con enormes depósitos subterráneos construidos durante siglos para almacenar el líquido elemento. El más imponente es el del Palombaro Lungo, una galería subterránea gigante, la más grande excavada en Europa, y que se sitúa bajo la céntrica Plaza Vittorio Veneto.

La Matera barroca

Pero Matera también tiene un rostro barroco, como el de la tenebrosa y fascinante Iglesia del Purgatorio, construida a mediados del siglo XVIII, debido al deseo de los fieles de la ciudad de celebrar la muerte, que en esa época se consideraba, no el final, sino el comienzo de una vida superior y el de ensalzar las almas de sus difuntos. Sin embargo, si hay un edificio que destaca en el horizonte materano, es la catedral, recientemente restaurada. Fue concluida en el año 1270 y, mientras su interior está embellecido con detalles barrocos, su imponente exterior, con un enorme rosetón, es de estilo románico. Al caer la tarde, con los últimos rayos de sol, su fachada parece contar con brillo propio dado el color ocre de su roca.

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