'The Big Con' o el libro que profundiza en la gran estafa de la consultoría global y el papel del Estado en el siglo XXI

  • Se trata de un ataque frontal a uno de los sectores con mayor prestigio de nuestra economía
  • Las autoras defienden que el Estado no debe limitarse a corregir fallos del mercado, sino que tiene que adoptar un papel protagonista en la economía
Mazzucato y Collington en la presentación del libro.

Su título completo es The Big Con: How the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments and Warps Our Economies: Cómo la industria de la consultoría debilita las empresas, infantiliza a los gobiernos y pervierte la economía, en su traducción en español. Se trata de un ataque frontal a uno de los sectores con mayor prestigio de nuestra economía y con una facturación global superior a los 700.000 millones de dólares.

Mariana Mazzucato es economista. Nació en Italia. Es profesora en el University College de Londres. Ha publicado libros de amplia difusión como El Estado emprendedor, Misión Economía y El Valor de las cosas. En todos defiende que el Estado no debe limitarse a corregir fallos del mercado, sino que tiene que adoptar un papel protagonista en la economía. Rosie Collington es investigadora. Se ha especializado en políticas públicas y cambio climático.

La consultoría se desarrolló en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Las empresas, en fase de crecimiento necesitaban asesoramiento externo para controlar mejor sus procesos y ser más eficientes. Uno de los pioneros fue Frederick Taylor, que ofrecía métodos para medir la productividad en las fábricas. Su obra: Organización Científica del Trabajo marcó la pauta para la organización industrial.

En el siglo XX, aparecieron grandes firmas como McKinsey, Boston Consulting Group y Bain & Company que ofrecían asesoría estratégica para altos directivos. Ayudaban a tomar decisiones en momentos clave: fusiones, crisis, despidos masivos o cambios de modelo de negocio. Con el tiempo se convirtieron en gurús del mundo empresarial. Vendían no solo análisis, sino también ideas de gestión y soluciones estandarizadas.

Mazzucato y Collington explican cómo las consultoras se presentan como entidades neutrales. Aseguran que ayudan a las empresas a ahorrar costes, innovar o entrar en nuevos mercados pero las autoras muchas veces hacen lo contrario. Las consultoras repiten recetas generales. Aplican los mismos métodos a clientes distintos. No conocen ningún sector a fondo. No tienen por qué responder de sus errores. Cobran por dar consejos, pero no son responsables de los resultados.

Un ejemplo es la crisis financiera de 2008 durante la que importantes bancos, algunos mal gestionados, colapsaron. Los informes de las consultoras contratadas habían asegurado que todo estaba en orden. Es frecuente el uso de consultoras para justificar despidos. Las empresas las contratan para que hagan estudios. Esos informes independientes acaban recomendando reducir personal y los directivos se lavan las manos. La culpa es del informe externo, no de la dirección.

El problema es aún mayor en el sector público. Gobiernos de todo el mundo contratan a consultoras para diseñar políticas, redactar leyes, preparar presupuestos o dirigir proyectos tecnológicos. Las consultoras cobran millones por tareas que antes hacían los funcionarios.

Esto crea una dependencia peligrosa. Los gobiernos pierden capacidad técnica. Cada vez que surge un problema, llaman a McKinsey, Deloitte o PwC. A veces, incluso piden a las consultoras que evalúen su propio trabajo. Es decir, las mismas empresas que dan los consejos son las que miden si han funcionado.

Las autoras critican también el secretismo. Muchas veces, los contratos son opacos. No se sabe cuánto se paga ni qué resultados se obtienen. Las consultoras no están sometidas a los controles que afectan a las administraciones públicas.

Desde los años 80, con el auge del neoliberalismo, se impuso la idea de que el Estado es lento e ineficaz. Se creyó que la empresa privada siempre lo hace mejor. Por eso, se empezó a subcontratar funciones que ejercían los funcionarios. Los políticos y altos cargos quieren evitar errores. Prefieren contratar a una consultora, que ofrece informes con apariencia técnica. Así tienen una excusa si algo sale mal. Pueden decir que actuaron según el consejo de expertos. Las puertas giratorias funcionan permanentemente: consultores son nombrados para cargos en el gobierno, o al revés. Esto crea relaciones de confianza, pero también conflictos de interés

Mazzucato y Collington explican por qué llaman a esto El Gran Engaño. No porque sea un fraude legal, sino porque se presenta como algo positivo cuando en realidad es un círculo vicioso. Las consultoras venden soluciones que no siempre funcionan. Cobran por diagnosticar problemas que a veces ellas mismas han causado mientras y alimentan la idea de que solo ellas pueden arreglar la situación.

Mientras tanto, el sector público se debilita. Pierde capacidad. Pierde memoria. Y se vuelve dependiente de empresas que cuya prioridad es el beneficio. The Big Con es un libro claro y provocador. Pone el foco en un sector poco analizado. Muestra cómo las consultoras han pasado de ser asesoras técnicas para convertirse en actores centrales del poder económico y político.

Mazzucato y Collington piden un cambio de rumbo. Defienden que los gobiernos deben recuperar su capacidad, invertir en personal propio, tomar decisiones con autonomía y dejar de pagar miles de millones a empresas que muchas veces no aportan valor real. El libro no solo denuncia, también propone. Pide transparencia, rendición de cuentas y una reflexión profunda sobre el papel del Estado en el siglo XXI.

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