
Hay lugares que no se visitan, se viven. Y este hotel frente al mar, en el corazón de Barcelona, es uno de ellos. Desde que atraviesas su imponente hall acristalado y te recibe el azul intenso y los tonos rojos, como si fuesen los propios corales o las escamas de peces, del Mediterráneo al fondo, sabes que estás a punto de entrar en un espacio completamente diferente. Todo cuidado al detalle, los colores, las texturas.
El W Barcelona no es solo un hotel de lujo. Es un manifiesto de diseño, bienestar y placer sensorial inspirado en el mar. Cada rincón –desde las lámparas que evocan la sal del Himalaya, telas que se mueven como si fuese la espuma del mar, hasta las texturas que recuerdan a la arena caliente bajo los pies– habla un mismo idioma: el del Mediterráneo en su versión más contemporánea.
Ubicado en el paseo de la Barceloneta y firmado por el icónico Ricardo Bofill, este hotel de líneas curvas y espíritu cosmopolita se ha convertido en uno de los destinos más deseados del Mediterráneo. Y no solo por sus 473 habitaciones con vistas infinitas al mar, ni por sus 67 suites de ensueño (la Extreme Wow Suite ocupa casi 300 m² e incluye terraza privada y bar inspirado en Gaudí), sino por su capacidad de hacerte sentir que el tiempo, al fin, te pertenece –o al menos eso es lo que me hizo sentir a mí–.
Un spa inspirado en el mar (que de verdad te hace parar)
El bienestar aquí no es un extra, es el punto de partida. El AWAY Spa, recientemente renovado, es un santuario de calma bañado en tonos blancos, azules y piedra. Su circuito de aguas, la sauna, el baño de vapor y las cabinas privadas con tratamientos de [comfort zone] invitan a detenerse y cuidarse de verdad.
Además, el spa cuenta con zona de manicura, pedicura, peluquería e incluso un estudio de tatuajes dentro del propio hotel. Porque el lujo hoy no se mide en ostentación, sino en la posibilidad de expresarte como quieras, cuidarte como necesitas y desconectar sin renunciar a nada.
Una escapada para saborear: cocina creativa con vistas

La propuesta gastronómica del W Barcelona es, sin duda, uno de sus mayores atractivos. Aquí no se viene solo a dormir bien – que también –, se viene a comer (y beber) mejor. En sus cuatro espacios culinarios, el hotel despliega una oferta pensada para quienes disfrutan tanto del marisco fresco como de un buen cóctel con una Golden hour de fondo.
SALT Restaurant & Beach Club, por ejemplo, es todo un homenaje a la cocina mediterránea contemporánea. Acaba de estrenar temporada con una carta renovada en la que brillan platos como la bomba de la Barceloneta con rabo de toro, el pulpo a la brasa con cebolla crujiente y tomates confitados, o el arroz meloso de gamba roja. Este último, sin desmerecer a los otros, es mi favorito. Todo empieza con un gesto tan simple como elegante: el ritual de las tres sales, acompañado de pan artesanal y aceite de oliva virgen extra. Pura delicia para los sentidos.

El ambiente – obra del estudio de Sandra Tarruella en colaboración con Olga Pajares – mezcla materiales nobles, luz cálida y una estética que respira Mediterráneo por los cuatro costados. Desde las mesas frente al mar hasta la brisa que se cuela entre los tejidos, todo invita a bajar el ritmo y disfrutar.
En la zona más informal de SALT, el Beach Club, el mood cambia, pero la calidad se mantiene. Aquí se celebran los cócteles de autor inspirados en las playas de Barcelona – como el Pescadors o el San Sebastià – y se maridan con tapas locales mientras el sol se pone en el horizonte. Además, puedes reservar tumbona en primera línea de mar y pasar el día entre baños, cócteles y buena música. Sin horarios. Sin prisas.
NOXE: alta cocina japonesa y noches con ritmo

Si el día es para relajarse, la noche es para disfrutar. Y NOXE, en la planta 26 del hotel, lo sabe bien. Este restaurante japonés de autor, con coctelería de altura y club nocturno, ofrece una experiencia que no se parece a nada de lo que he podido disfrutar hasta el momento. El espacio, rediseñado por el estudio Black Sheep, tiene un aire sofisticado, casi cinematográfico.
La carta, que reinterpreta la cocina nipona con técnicas modernas y productos frescos, se acompaña de cócteles tan poéticos como el Yugen – inspirado en una emoción japonesa difícil de traducir – o el Rashomon Effect, un mix especiado con champagne y kombucha que rinde tributo al cine de Kurosawa. A partir de las 18:00 de la tarde, NOXE se transforma en el epicentro de la noche barcelonesa, con DJ sets en directo, una atmósfera que es imposible que no te atrape y unas vistas que cortan la respiración. Ideal para empezar con sushi y terminar bailando.
Y quizá de eso se trate el lujo hoy: de poder elegir cómo vivir una escapada. De decidir si empiezas el día entre un desayuno que quite el sentido o con un masaje que devuelva el aliento a la piel. De si comes frente al mar con un arroz meloso que sabe a domingo o si alargas la noche entre luces tenues, un sushi de autor exquisito y un cóctel con nombre de película japonesa. De detener el tiempo sin tener que irte lejos.

El W Barcelona no es solo un lugar donde quedarse a dormir. Es un hotel que te mira de frente, que te envuelve con el vaivén del Mediterráneo, que entiende que el bienestar no se programa, se siente. Y que la belleza – como el buen diseño o un plato bien pensado – no necesita gritar, solo estar en el sitio exacto. Como yo, cuando llegas aquí (y qué pena tener que irme tan pronto, pero quizá, de haberme quedado más tiempo, no lo recordaría con tanto cariño).