A Real Pain no es una película que busque resolver preguntas ni ofrecer conclusiones fáciles. En cambio, deja al espectador reflexionando sobre la culpa heredada, las pérdidas invisibles y las conexiones que pueden sanar incluso las heridas más profundas. Con esta obra, Eisenberg demuestra que es un narrador capaz de convertir una historia profundamente personal en un relato universal y conmovedor.
Jesse Eisenberg y Kieran Culkin ofrecen interpretaciones brillantes como David y Benji, dos primos que emprenden un viaje emocional desde Nueva York hasta Polonia en busca de sus raíces familiares. Lo que comienza como un recorrido para honrar la memoria de su abuela judía y visitar el campo de concentración de Majdanek, se convierte en una exploración profunda sobre el duelo, el trauma generacional y las fracturas familiares que persisten en el tiempo.
Eisenberg, quien también escribe el guion, construye una película que oscila entre la comedia y el drama con notable equilibrio. David, un hombre metódico y aparentemente satisfecho con su vida, contrasta con Benji, su primo encantador pero perdido, cuya vida parece un eterno callejón sin salida. Juntos encarnan las dos caras de una generación que, aunque separada por décadas del Holocausto, sigue sintiendo su peso y sus sombras.
El guion se adentra con sensibilidad en el terreno del turismo del Holocausto, un tema delicado que Eisenberg maneja con sorprendente tacto. Las escenas que muestran a grupos de turistas tratando de conectar con un pasado que no les pertenece directamente son tanto hilarantes como profundamente reflexivas, destacando la absurda banalidad que a menudo acompaña a estos recorridos. El elenco secundario, que incluye a un guía británico con un entusiasmo algo incómodo y otros viajeros con historias igualmente conmovedoras, añade capas de humor y humanidad a la narrativa.
Sin embargo, lo que verdaderamente impulsa la película es la compleja relación entre David y Benji. A través de miradas, silencios y conversaciones cargadas de recriminaciones soterradas, Eisenberg desvela un vínculo lleno de heridas y culpas no resueltas. Culkin brilla especialmente como Benji, un personaje cuyo vacío interior es tan palpable que se convierte en el núcleo emocional de la película. Su actuación, llena de matices, equilibra el sarcasmo con la vulnerabilidad, logrando que el espectador se sienta fascinado y conmovido a partes iguales.
Aunque aborda temas universales como la memoria histórica y el peso del pasado, A Real Pain encuentra su verdadera fuerza en los pequeños gestos y los momentos íntimos entre sus personajes. El humor nunca trivializa el dolor, y las lágrimas no ahogan las sonrisas, creando una obra que trasciende los géneros.