
Apulia, la Puglia italiana, el tacón de la bota, es una de las regiones menos conocidas del bel paese y no por falta de méritos sino porque la abundancia de opciones no evita una concentración de turistas en los lugares más famosos; en el sur la Campania con Nápoles, la Costa Amalfitana y su parte de la Magna Grecia. Sin embargo en los últimos años con el aumento de vuelos de bajo coste a Bari, la saturación de otros destinos y la reconversión de masserias, fincas agrícolas con amplios alojamientos en hoteles, muchas miradas tanto del turismo italiano como del europeo se han fijado en unos lugares que históricamente habían sido principalmente de paso entre Roma y los dominios orientales. La Via Apia termina en Brindisi, donde está la famosa columna. Allí embarcaban y desembarcaban las legiones camino de Grecia, Turquía o más allá, o de regreso. Allí murió Virgilio para dar ejemplo de cómo se transforma la tradición griega en romana. Durante unos meses, de septiembre de 1943 a febrero del 1944 fue la capital de Italia coincidiendo con el avance de los aliados hacia el norte.
El sur de Apulia fue terreno helénico desde que en el siglo VIII a.C. los griegos fundan varias de las ciudades de la región, pero los romanos la dominan desde el siglo tercero a.C. Allí tienen que pelear con Aníbal, aliado de los locales, con Espartaco y con todos los que se refugiaban en el sur del sur, luego pasan bizantinos, normandos, sus sucesores imperiales gibelinos con el gran Federico II, los Angevinos franceses, protectores de los Güelfos, que a su vez fueron expulsados por los Aragoneses tras las famosas vísperas sicilianas de 1248, y los borbones, con el intermedio napoleónico de Murat, pero siempre gobernados desde Sicilia o desde Nápoles. Y así hasta Garibaldi y el resorgimento con Cavour haciendo Italia pero tardando en hacer italianos de los nativos sureños. Algunos pisaban el norte de la Apullia pero pocos el sur, que servía para proveer de aceite, trigo y vino a las regiones más ricas y con mayor población.
El norte de Apulia lleva dentro la influencia de la Campania. El sur es más auténtico, el verdadero tacón, por occidente el mar Jónico hasta Tarente (Taranto) con su golfo, por oriente hasta Bari en el Adriático. Es lugar de puertos, la propia Tarente, Otranto, Bari, Brindisi, Galipolli, Otranto, pero no de playas, aunque hay muchas maneras de acceder al mar para un baño.

Entramos en el Jónico por Metaponto, ciudad de antiguo origen, y nombre griego, donde se supone que murió Pitágoras huyendo de los aliados de los cartaginenses. Espartaco y sus huestes destruyeron la ciudad. De la antigüedad solo quedan las columnas del templo de Hera, conocidas como la Mesa Palatina.
En el Golfo de Tarento, la ciudad del mismo nombre de antiguo origen griego, siglo VIII AC, sin duda una de las más importantes colonias helénicas de la época que debió concentrar importantes riquezas como se deduce del gran botín que obtuvieron los romanos al conquistarla en el 209 AC , el ori di Taranto. Hay que visitar el Museo Arqueológico. También de nombre y origen griego es la ciudad de Galipolli, más al sur, que conserva el aire medieval mediterráneo y portuario que invita a perderse en las callejuelas del casco antiguo .
De regreso hacia el Adriático la parada obligatoria es en la increíble ciudad de Lecce, llamada por los poetas sureños la 'La Florencia del Barroco'. En medio de campos de olivos y vides. Lecce fue esplendorosa entre los siglos XV y XVIII, pero su carácter se lo dan las innumerables construcciones del XVII con fachadas barrocamente ornamentadas y construidas en piedra calcárea. Es la ciudad a más borbónica de Italia, y como corresponde, los edificios importantes son eclesiásticos: la Catedral, el Palacio Episcopal y el Palacio del Seminario. Aquí los únicos protestantes son los turistas que han aparecido en los últimos años.
A menos de cincuenta kilómetros al sureste el viaje termina en la localidad más oriental de Italia: Otranto, un residuo de otros tiempos. Gran parte de la ciudad vieja se encuentra amurallada con una interesante catedral del XI con suelo de mosaico lleno de personajes y animales. En alto el poderoso castillo aragonés nos enseña quien mando allí durante tantos años. El puerto fue durante las últimas décadas del pasado siglo el centro de operaciones en la lucha contra el tráfico ilegal de albaneses hacia Italia con notable éxito.
La distancia de Otranto a Trani es de 250 kilómetros a los que se tendrían que sumar cien más si se extiende la excursión al norte hasta Troia o el Gargano, por lo que son muy pocos los viajeros que exploran toda la Apulia en un solo viaje. Hay que escoger, teniendo en cuenta, además que las carreteras no llegan al nivel de las españolas, o aún mejor, repetir.
Entre los productos locales para consumir in situ destacan los vinos que, en los últimos han adquirido cierto prestigio. Durante siglos la zona era conocida por una vasta producción y una calidad mediocre. Con las principales uvas autóctonas, en el sur, el negroamaro y el primitivo, conocido en América como zifandel fabrican hoy unos caldos magníficos. En el norte predominan, como en las regiones vecinas, el sangiovese y el montepulciano que alcanzan precios superiores en las tiendas. Los blancos y rosados no han alcanzado todavía el mismo aprecio. Los platos típicos se basan en la capacidad imaginativa de los locales para elaborar productos elementales: las orechiette, pasta con forma de orejitas, los pastichiotti, bolas rellenas de crema o los pamerotti simples empanadillas nos cuentan la historia de que la región vivió durante siglos al borde de la supervivencia mientras en otras partes de Italia comían con variedad y abundancia.