Bélgica ha quedado enfrascada este martes en un nuevo capítulo de su crisis política que ya lleva más de un año, tras la decisión del primer ministro Yves Leterme de presentar su renuncia al rey de los belgas Alberto II ante la imposibilidad de lograr una reforma del Estado.
El rey, que fue informado por Leterme de su decisión el lunes por la noche, no ha aceptado por el momento la renuncia y analiza las distintas posibilidades, mientras recibe a responsables políticos y miembros del parlamento.
Sensación de caos
"Un país al borde del abismo", tituló el gran diario belga Le Soir en una editorial en portada, al referirse a la oferta de renuncia de Leterme tras menos de cuatro meses al frente del gobierno federal belga.
"Caos total", fue la frase elegida de su lado por el gran diario popular flamenco Het Laatste Nieuws para describir el escenario creado por la dimisión de Leterme.
En crisis política desde las elecciones legislativas de junio de 2007, que dieron lugar a un periodo récord de seis meses sin poder formar gobierno, los belgas asisten impotentes a esta agravación del conflicto comunitario en un país cada vez más dividido entre flamencos del norte y francófonos del sur.
Prudencia ante el fracaso
La prudencia del rey Alberto II da a entender que haría lo posible por convencer al actual jefe de gobierno de mantenerse en el cargo, aunque también podría significar que quiere ganar tiempo para seguir las consultas hasta lograr una solución a la crisis.
En ese sentido, y según la prensa y la mayoría de los analistas, el escenario a evitar por todos los partidos políticos (excepto los nacionalistas flamencos de Vlaams Belang o NVA) es el de una disolución del Parlamento federal y unas legislativas anticipadas en septiembre.
Para Leterme, un flamenco cristiano-demócrata de 47 años vencedor de las legislativas de 2007, la oferta de renuncia es una constatación de su fracaso para lograr un compromiso sobre una reforma de Estado que amplíe la autonomía de Flandes (norte), condición para la continuidad de su gobierno de coalición.
"Queda de manifiesto que las visiones opuestas entre las comunidades en lo referente al necesario nuevo equilibrio en la construcción del Estado son hoy irreconciliables. A pesar de todos los esfuerzos y de la perseverancia, los plazos previstos en el acuerdo de gobierno no han sido respetados", admitió.
Compromiso a la belga
En efecto, cuando fue nombrado al frente del gobierno en marzo pasado, los partidos flamencos fijaron la fecha del 15 de julio para llegar a un compromiso con los francófonos sobre sus reivindicaciones de autonomía reforzada para Flandes en materia fiscal, de Seguridad Social o de política de empleo.
Sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo entre la mayoría flamenca (60% de 10,5 millones de habitantes) y la minoría francófona, cada vez más alejadas en este país conocido por la complejidad de sus instituciones y que ha acuñado la frase "compromiso a la belga".
Para Leterme, la gota que colmó el vaso fue el anuncio de su propio partido CDV de que no apoyaría su propuesta de reforma por considerarla insuficiente, ya que no incluía la supresión inmediata del único distrito bilingüe del país, en la periferia de Bruselas, y donde la minoría francófona tiene derechos particulares.
Presiones políticas
Los partidos francófonos habían hecho saber que esta escisión del distrito Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV) era impensable sin la ampliación de la capital a las comunas de Flandes con mayoría de habitantes de lengua francesa.
A su vez, este reivindicación no podía ser aceptada por los grandes partidos flamencos, que temen pagar caro cualquier flexibilidad sobre esta cuestión simbólica en las elecciones regionales de junio de 2009.
En medio de la incertidumbre reinante, el viceprimer ministro Didier Reynders, del partido liberal francófono, aseguró que su comunidad lingüística "tiene una fuerte voluntad de avanzar en las reformas", y dijo que todavía hay "tiempo para encontrar una solución".