
Érase una vez la Liga Norte, que soñaba con el "federalismo asimétrico" de Cataluña y apoyaba a los independentistas catalanes. Ahora en el cuartel general del partido en Milán han cambiado de modelo: la "secesión" que prometía separar Italia del Norte de la capital (Roma ladrona, según un eslogan de los noventa, cuando el partido se impuso como aliado autonomista de Silvio Berlusconi), pasa a segundo plano. El objetivo actual es construir un partido de derecha nacional y antieuropeo sobre el modelo del francés Frente Nacional, de Marine Le Pen, el verdadero ganador de las últimas elecciones galas.
Por eso el secretario de la Liga Norte, Matteo Salvini, está revolucionando un partido que hasta ahora tenía su bastión electoral en los valles de los Alpes y apenas cosechaba votos en la orilla sur del río Po. El joven líder organiza mítines en varias ciudades italianas (incluso en Nápoles, el símbolo del sur del país) y no menosprecia participar en manifestaciones en contra de la inmigración con movimientos de la derecha neofascista.
Su meta es replicar en Italia el éxito de Marine Le Pen en Francia. El primer banco de prueba serán las elecciones autonómicas en Emilia Romana, rica región del centro y bastión tradicional de la izquierda. Su objetivo a largo plazo, sin embargo, es transformar la Liga Norte en partido nacional, aprovechando el sentimiento xenófobo y antieuropeo que la crisis enciende en todos los rincones del país.
Así, mientras guiña el ojo a los sindicatos (que para el 12 de diciembre han anunciado una huelga general en oposición a la reforma laboral del Gobierno), el líder derechista, tras las últimas duras protestas de un barrio de Roma contra un centro de acogida para inmigrantes, se apresta a dar otro paso adelante en su estrategia: desembarcar en la capital para cosechar consensos en la ciudad "corrupta" y "ladrona" que los de la Liga, en el pasado, soñaban con abandonar para siempre.