
La campaña del referéndum sobre la independencia de Escocia afronta sus últimas 48 horas con todas las incógnitas abiertas y la certidumbre de que la ruptura tendría serias consecuencias para el remanente de Reino Unido. El primer ministro británico dejó ayer claro en Aberdeen, centro neurálgico de la explotación energética de la que tanto dependería el potencial nuevo estado, el nerviosismo de Londres ante una ruptura que las encuestas dan como posible.
En su última intervención en territorio escocés antes del plebiscito, David Cameron apeló al pragmatismo del votante, tanto como a su sentimiento de identificación nacional. Esquivando el riesgo de que su impopularidad entre los electores al norte de la frontera con Inglaterra perjudique al bando Better Together (Mejor Juntos), el premier tiró de la inusual humildad ya desplegada en su visita más reciente: ni él, ni el Gobierno tory son para siempre, frente a la secesión, para la que "no hay vuelta atrás".
Su discurso estuvo plagado de recordatorios de qué significa romper: perder la moneda, la protección del Banco de Inglaterra, exponer el dinero de apenas cinco millones de contribuyente a los vaivenes de la industria financiera y "asumir, no compartir", el gasto en Sanidad y Bienestar.
Ante el "alarmismo" del que le acusan los nacionalistas, Cameron aclaró que este desenlace "no tiene dudas, ni quizás? son los hechos, es el fin de lo que se ha compartido". Sin embargo, el Partido Nacional Escocés (SNP) insiste en que la victoria del 'sí' el jueves obligará a una solución de compromiso para garantizar los intereses de ambos territorios.
La campaña de Salmond
Su líder se reunió ayer mismo con representantes empresariales partidarios de la independencia para demostrar que cuenta con respaldo en el sector privado, cada vez más crítico con la separación, y aunque no ofreció respuestas ante las dudas sobre la moneda, o la pertenencia a la UE, Alex Salmond garantizó "una política económica y de empleos para construir una economía más resistente para el futuro".
Su intervención en el aeropuerto de Edimburgo atrajo una atención mediática sin precedentes, que demuestra el interés del proceso independentista escocés, incluso al otro lado del Atlántico. La prensa estadounidense lo considera referencia para lo que podría ocurrir en España con Cataluña. Según el New York Times, mientras los líderes británicos intentan convencer a los escoceses para que voten en contra de la independencia, eso sí, sin intentar bloquear la votación, el caso catalán "se dirige peligrosamente hacia una crisis constitucional".
Por su parte, el Washington Post coincide en que el Gobierno español ya ha manifestado que el voto de noviembre "podría ser considerado ilegal" y resaltó que un giro de Escocia hacia la independencia podría avivar más el sentimiento secesionista en Cataluña.