
Cada vez es menor el margen del presidente galo, François Hollande, para seguir jugando a la ambigüedad. Su intento de apostar por los equilibrios políticos dentro del Partido Socialista (PSF) no han dado resultado. | Más de 200 diputados socialistas llaman a cerrar filas en torno a Hollande.
El presidente acaba de enfrentarse a su tercera crisis de Gobierno -solventada con la salida de los titulares de Economía, Educación y Cultura- en dos años y medio como inquilino del Elíseo. Al menos ha abandonado su tradicional indecisión tomando el camino de la reforma con un equipo que no desafíe su autoridad.
Hollande y su primer ministro, Manuel Valls, tienen una nueva oportunidad para enderezar la grave situación que atraviesa Francia. La elección de Emmanuel Macron como responsable de Economía e Industria indica esa nueva vía social-liberal del Ejecutivo. Después de dos años tratando de aplicar una política económica de izquierda más "tradicional", Hollande ha caído a los índices más bajos de popularidad de un presidente galo en el cargo.
Más austeridad
Francia opta claramente por la receta basada en la austeridad del gasto público -recortes de 50.000 millones para los próximos dos años- y en los estímulos al sector empresarial, con el fin de generar empleo. Método aplaudido por los empresarios, por lo demás, muy conformes con el nuevo ministro formado en el sector financiero.
Más que al debate sobre cómo abordar las reformas, el cambio se debió a la necesidad de recuperar la autoridad presidencial ante los rebeldes dentro de su propio Gobierno y la coherencia. Ningún otro podrá contestar la línea política y económica del jefe de Estado. La cohesión y la solidaridad reinan puesto que la socialdemocracia de Hollande y Valls es muy poco contemplativa. Quizá sea este el camino necesario ahora para que el socialismo se reinvente evitando desaparecer, tal y como opina Valls.
Junto a las dificultades estructurales ambos tendrán que enfrentarse a buena parte de los diputados de su propio partido. Tratarán de convencer a los diputados reacios para votar las reformas en curso. Los socialistas cuentan con 290 de los 577 diputados de la Asamblea Nacional. Tan solo un escaño por encima de la mayoría absoluta. Sacar adelante las próximas leyes será pues un arduo trabajo.
Además, la oposición compuesta por los comunistas, la izquierda, los Verdes (que se han quedado sin participación en el Gobierno), el centro y la derecha. Y la mayor amenaza: el Frente Nacional (FN).
Valls rechaza la posibilidad de disolver las cámaras si su política es bloqueada por la Asamblea y el Senado. Unas elecciones legislativas anticipadas marcarían una derrota histórica para los socialistas. Aunque Hollande podría seguir como Presidente en una eventual cohabitación el PSF perdería casi la mitad de sus escaños. Los diputados socialistas lo saben.
Con una derecha desprestigiada en busca de líder y recuperándose de sus escándalos, una próxima cita con las urnas solo beneficiaría al FN que juega la baza del populismo anti-euro, anti-Bruselas y anti-Berlín mucho mejor que los disidentes dentro del PSF. Que el FN pueda convertirse en una fuerza importante en las cámaras se debe paradójicamente a la pretensión de Hollande de un sistema más proporcional reflejando mejor el resultado de los comicios. El FN robaría así muchos votos tanto al centro-derecha como a la izquierda, como ocurrió en las últimas elecciones europeas y locales. Francia necesita reformas. No se trata de una cuestión de izquierdas o derechas. La integración en Europa -y en la economía mundial- requiere la adaptación a las normas comunes. Experimentar en solitario, además de imposible solo ha llevado a sus ciudadanos a sufrir un aumento de impuestos sin percibir mejoras.
No se puede pretender ser la segunda potencia comunitaria y saltarse todas las reglas que los países más pobres de la UE acatan disciplinadamente para sanear sus cuentas. La población del "nuevo enfermo de Europa" está desmoralizada por el imparable desempleo. La deficiente competitividad, la desindustrialización y el déficit público que va a superar el 4 por ciento.
El socialdemócrata Valls quiere realizar en Francia las importantes reformas Hartz del año 2000 en Alemania. Desea emular a Gerhard Schröder; no lo dice porque el ex canciller ha venido siendo todo un tabú para la izquierda francesa. En situaciones adversas como la actual de Francia que necesita desesperadamente reactivar su economía el pragmatismo suele ganarle el pulso a la ideología.