
Votaciones a ultranza y la amenaza de volver a elecciones anticipadas en otoño. El primer ministro italiano Matteo Renzi ha tenido que recurrir a la fuerza para sacar adelante la reforma constitucional que prevé convertir el Senado transalpino en una Cámara de las autonomías.
Los integrantes de la Cámara alta (no solo la oposición, sino incluso algunos miembros del partido de Renzi) lo han intentado todo para parar un proyecto de ley que busca sustituir los senadores con representantes autonómicos; un cambio que el joven líder ha lanzado para acabar con la ingobernabilidad del país quitando al Senado el poder de dar la confianza a los Ejecutivos, así como el visto bueno a todas las leyes que se aprueban en el Congreso, dado que con el sistema bicameral actual se pueden emplear incluso años en dar luz verde a algunas normas.
Además la reforma, que busca reducir los gastos de una institución, cuesta casi 500 millones de euros al año. El Senado actual cuenta con 320 escaños, mientras que con la nueva ley se quedarán en 100 y no serán elegidos en las urnas, sino que serán ocupados por alcaldes y consejeros regionales que no cobrarán por su presencia en la Cámara alta. Ya se sabía que no iba a ser fácil pedir que los actuales senadores firmasen su propio fin.
Sin embargo, durante todo el mes de julio se combatió una verdadera guerra parlamentaria con la oposición que planteó más de ocho mil enmiendas al proyecto. Una avalancha de cambios que si se hubieran votado de uno en uno, habrían aplazado el visto bueno definitivo hasta mediados del 2015. Renzi no podía permitirse tardar tanto ya que sobre esta reforma se juega su credibilidad de innovador en Europa, aún más durante el semestre de Presidencia italiana de la UE que Roma piensa utilizar para relajar los vínculos presupuestarios impuestos por Bruselas. Así que el primer ministro para garantizar que las reforma saliera adelante, jugó a dos bandas, de un lado usando la fuerza, del otro estrechando el pacto con su principal adversario, Silvio Berlusconi.
El primer paso de Renzi fue pedir al Presidente del Senado Pietro Grasso, una aplicación más estricta del reglamento para reducir la avalancha de enmiendas, garantizando que fuesen eliminadas las votaciones múltiples sobre propuestas del mismo tipo. Otro fue amenazar la convocación de elecciones anticipadas: el líder progresista, que ganó más del 40 por ciento de los consensos en las ultimas elecciones europeas, tiene la sartén por el mango y sus opositores en el Senado saben que en las próximas generales podrían no salir reelegidos. Por estos modales - y por seguir acusando a sus opositores de ser "gafes" y "envidiosos" y querer obstaculizar la agenda de reformas - Renzi recibió muchas críticas. La más grave ha venido del cómico y líder del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo que - tras haber intentando negociar con el primer ministro, pero sin éxito - acusó Renzi de estar llevando a cabo un "golpe de Estado" y decidió oponerse con todas sus fuerzas (cuenta con casi un cuarto de diputados y senadores) a la reforma.
Sin embargo la cosa que más molesta al Movimiento 5 Estrellas es el pacto entre Renzi y Berlusconi, "Renzusconi" como le llaman los partidarios del cómico. Es que el primer ministro, después de hacer aprobar, en el Senado, los artículos más importantes de su reforma, se volvió a encontrar con el líder conservador al comienzo de agosto, para estrechar lazos y reforzar el pacto que ambos firmaron el pasado abril.
Para mitigar la oposición de los pequeños partidos en el Senado, los dos líderes han acordado hacer algunos cambios a la nueva ley electoral que será aprobada en otoño. El objetivo es negociar con todos menos con Grillo. Berlusconi - que sigue cumpliendo su pena al trabajo social por fraude fiscal - no tiene prisa de ir al voto. Y Renzi, aunque sigue siendo muy popular en los sondeos, preferiría hacerlo una vez completadas las reformas.
Sin embargo a pesar del pacto entre Renzi y Berlusconi la ley que modificará el Senado eliminando el llamado bicameralismo perfecto italiano (ya aprobada en sus puntos principales al comienzo de agosto) no pudo contar con el visto bueno de los dos tercios de la cámara. Este porcentaje es necesario en Italia para una reforma constitucional. Por esto la reforma (que ahora pasa el examen del Congreso) tendrá que ser aprobada por el pueblo italiano en referéndum el año que viene. Grillo y las otras oposiciones se preparan para una nueva batalla. Renzi y Berlusconi sin embargo cuentan, por aquel entonces, con poder lucir su éxito en el conjunto de las reformas constitucionales: el primer ministro presentándose como el "innovador" que un país estancado esperaba desde hace tiempo; y el líder conservador pretendiendo convertirse en el estadista que hasta ahora sus problemas judiciales le han impedido ser.