
Para el Frente Nacional, el tradicional partido de la extrema derecha gala, no hay mejor propaganda que la que le hacen sus contrincantes. En los últimos días, el principal debate que agita a la clase política francesa gira en torno a un eventual acercamiento entre la formación dirigida por Marine Le Pen y la UMP, principal partido de la oposición.
Una pequeña frase del exprimer ministro de Nicolas Sarkozy abriendo la puerta a que los electores de derechas puedan votar por el Frente Nacional llevó a las principales figuras políticas tanto de la derecha como los socialistas, incluido el presidente François Hollande, a dar su opinión al respecto. La ola de comentarios volvió a poner al partido de extrema derecha en el foco de la atención mediática.
"La obsesión que tienen con nosotros es un nuevo punto en común entre la UMP y el Partido Socialista. En cualquier tema que aborden, nosotros estamos en el centro de la discusión", dijo triunfante Marine Le Pen durante un gran discurso en Marsella frente a los militantes de su partido.
La hija del líder histórico de la extrema derecha, quien asumió las riendas del Frente Nacional hace casi tres años, no ocultó su satisfacción ante las peleas internas que tienen paralizada a la derecha tradicional y las dificultades que atraviesa el ejecutivo de François Hollande. Marine Le Pen aprovechó su discurso de Marsella para lanzar la batalla por los comicios municipales de marzo pero además dejó claro que ya tiene los ojos puestos en las presidenciales de 2017. "Cuando estemos en el poder, no complaceremos a todo el mundo", lanzó la presidenta del FN haciendo gala de su línea dura contra "las minorías autoproclamadas, los estafadores del servicio público, los especuladores y los fanáticos".
El contexto le favorece. Una mediatizada ola de robos durante los meses de verano ha relanzado el debate sobre la inseguridad, uno de los temas predilectos de la extrema derecha, mientras que la crisis económica, los elevados impuestos y el desempleo siguen alimentando el desencanto de los electores galos con los partidos tradicionales.
Un sondeo publicado hace una semana por el periódico Le Parisien demostró que Marine Le Pen sigue despertando el rechazo de una mayoría de los franceses, 65 por ciento tienen una opinión negativa de la líder de extrema derecha. Sin embargo, los electores de la derecha tradicional se muestran cada vez menos reacios a votar por ella. La popularidad de Le Pen subió hasta 56 por ciento entre los simpatizantes de la derecha. Otra encuentra arrojó que 49 por ciento de los seguidores de la UMP están a favor de que su partido se alíe con el Frente Nacional, un verdadero tabú dentro de la política gala.
La cuestión es uno de los principales temas de división dentro de la UMP desde que Nicolas Sarkozy apostó por un discurso más duro para seducir al electorado de extrema derecha. El principal partido de la oposición consiguió adoptar con bastantes dificultades una posición común, el llamado ni-ni. En caso de que en unos comicios sus electores se vean obligados a elegir entre un candidato socialista o uno de la extrema derecha, la UMP no da consigna de voto por ninguno.
El voto antisectario
Pero hace diez días, el exprimer ministro, François Fillon, uno de los más reacios a cualquier tipo de acercamiento con la extrema derecha, dió un sorpresivo giro a su postura. Fillon dijo en una entrevista que, en caso de segunda vuelta entre un socialista y un candidato del Frente Nacional, aconsejaría "votar por el menos sectario". El exjefe de Gobierno consideró que puede pasar que un socialista sea más sectario.
Las declaraciones de Fillon provocaron una enésima pelea dentro de la UMP, empantanada en una guerra de liderazgo tras la salida de Nicolas Sarkozy.
Los socialistas tampoco se quedaron indiferentes ante el debate. El Gobierno ve con preocupación el avance del partido de Le Pen que en la última elección legislativa parcial dejó fuera de la segunda vuelta al candidato socialista. La extrema derecha ha dejado de ser sólo un problema de la UMP, para convertirse también en un temido rival para los socialistas.
El propio presidente Hollande entró en el debate durante su intervención de la semana pasada en televisión. "Hay diques, hay reglas y hay principios", dijo Hollande sobre la posibilidad de que el principal partido de la oposición llegue a una alianza con la extrema derecha. El mandatario galo recordó que en las presidenciales de 2002, él mismo llamó a votar a favor de Chirac en contra de Jean Marie Le Pen.