
"Tenemos que resistir y no podemos prescindir de una verdadera reforma de la Justicia". Silvio Berlusconi, tras la condena definitiva por fraude fiscal, ha vuelto a fijar la agenda política de su partido y -en consecuencia- del Gobierno de amplia coalición liderado por el progresista Enrico Letta. La emergencia de Italia en este momento, ha explicado Il Cavaliere, es el excesivo poder de los magistrados que buscan excluirle de la vida política del país.
Sin embargo los datos económicos -Roma ya suma su octavo trimestre consecutivo en el que el PIB retrocede, una situación sin precedentes desde que se registran- hacen aflorar otras urgencias.
La cruzada de Berlusconi contra los fiscales continúa desde 1994, el año en el que el empresario decidió dedicarse a la política. Dos décadas que si, de un lado han sido marcadas por la contraposición entre el frente conservador y los magistrados, desde el punto de vista económico se dan por perdidas. Mientras Il Cavaliere batallaba en los tribunales, Italia no ha conseguido modernizar su estructura económica y beneficiarse de la reducción del coste de financiación relacionada con el ingreso en el euro.
Y ahora, cuando el líder conservador se prepara a resucitar su movimiento, Forza Italia, y vuelve a pedir cambios en la Justicia, el país transalpino puede hacer balance de este peculiar regreso al futuro. El resultado es que nadie (ni Berlusconi que ha gobernado 10 de los últimos 20 años, ni sus adversarios) ha conseguido llevar a cabo las reformas necesarias para relanzar una economía que lleva demasiado tiempo estancada.
Dos décadas en política
Cuando en mayo de 1994 Berlusconi ganó sus primeras elecciones con Forza Italia, el país llegaba de un periodo de profunda reestructuración económica y política, sucesivo al escándalo de sobornos conocido como Tangentopoli que había acabado con la entera clase política transalpina. Aquel año el PIB transalpino marcó un 2,5 por ciento a pesar de la inestabilidad política que llevó el líder conservador a dimitir en enero de 1995. Casi veinte años después, cuando Forza Italia se prepara a resucitar de sus cenizas, el Instituto Nacional de Estadística prevé que la economía en 2013 se contraiga un 1,7 por ciento.
En el ecuador de la década de los noventa -cuando todavía no existía la obsesión de la prima de riesgo- Italia tenía una inflación cercana al 5 por ciento y altos costes de financiación. Sin embargo, tras el ingreso en el euro, Roma ha podido beneficiarse durante quince años tipos de financiación casi alemanes: según el economista Giovanni Ferri, esta situación ha supuesto un ahorro de casi 800 mil millones de euros en intereses sobre la deuda. ¿Dónde ha acabado este tesoro? Se ha desperdiciado, como es evidente por la deuda pública que, en 1994 estaba por encima del 120 por ciento del PIB y este año, según las ultimas estimaciones del FMI, llegará al 126 por ciento.
Y no es que en estas dos décadas los gobiernos que se han sucedido en Roma se hayan ahorrado las privatizaciones. Entre 1993 y 2007, Italia ha sido el país europeo que más ha privatizado, vendiendo 186 empresas y recaudando 146.000 millones de euros (una cuarta parte de todas las privatizaciones europeas en este periodo).
Pero tampoco estos fondos han sido utilizados para reducir el fardo de la deuda, sino más bien para aumentar el gasto público: el primer Gobierno de Berlusconi empezó con el pie derecho recortando los gastos un 1,2 por ciento entre 1994 y 1995. Pero todos los Ejecutivos siguientes los han aumentado.
Berlusconi, además de la reforma de la Justicia, lleva veinte años prometiendo una reforma fiscal con la introducción de un IRPF proporcional al 33 por ciento. Otra promesa incumplida ya que, en dos décadas, los impuestos de los transalpinos han seguido subiendo y sólo entre 2005 y 2012 la presión fiscal ha aumentado en unos 4,7 puntos porcentuales.
Todas estas ocasiones perdidas han pasado factura a Italia que ha perdido terreno frente a los otros países de la Unión Europea. En 1990 el PIB per cápita italiano era un 2 por ciento más bajo que el alemán, en 2010 la distancia se había alargado hasta llegar al 15 por ciento. El parangón con el Reino Unido es aún más desolador: hace poco más de veinte años Italia tenía una ventaja del 6 por ciento, que en el año 2010 se había transformado en un retraso del 12 por ciento.
La culpa claramente no es sólo de Berlusconi. Tampoco los Ejecutivos de centroizquierda o los gabinetes tecnócratas han conseguido hacer reformas. Destaca el fracaso de Mario Monti: anunciado por la prensa internacional como el hombre que podía salvar Italia -e incluso Europa- el antiguo Comisario Europeo no ha conseguido llevar a cabo las reformas estructurales prometidas.
Así que el país transalpino se encuentra con las asignaturas pendientes de siempre: una economía poco competitiva, empresas demasiado pequeñas, un mercado laboral que funciona mal y la plaga de la corrupción y la evasión fiscal. Problemas a los que tenía que enfrentarse el Ejecutivo de amplia coalición de Enrico Letta. Un Gobierno que sin embargo, a sólo 100 días de su nacimiento, más que otra cosa parece empeñado en luchar por su supervivencia.