
Este verano no habrá vacaciones para François Hollande, a lo sumo una semana de descanso a las afueras de París. Descartadas las tradicionales vacaciones en el Fuerte Bregançon, la residencia donde suelen vacacionar los presidentes galos, y las fotos en bañador en las costas del Mediterráneo.
El mandatario galo no quiere dar la imagen de un presidente ausente en plena crisis económica y con el país sumido en recesión. Además, Hollande se prepara para las próximas batallas, la reforma de las pensiones prevista para el otoño, pero sobretodo las elecciones municipales y europeas de 2014, las primeras citas electorales a nivel nacional desde su llegada al poder. Francia irá a las urnas en marzo y junio del año próximo, apenas seis meses después de los comicios generales que decidirán el futuro de Alemania, lo cual amenaza con tener la agenda europea paralizada hasta mediados de 2014.
Con una popularidad estancada, en torno a un 30 por ciento, y sin signos de mejoría económica a la vista, el mandatario galo quiere evitar un batacazo en las urnas. Hasta el momento, Hollande ha contado con un considerable margen de maniobra gracias a una mayoría segura en el Parlamento y a una oposición dividida y sin líder. Pero con el correr de los meses, la unidad entre sus socios del gobierno y hasta dentro de su propio partido se ha ido resquebrajando por la diferencia de opiniones sobre el rumbo de la política económica del Gobierno.
Los socialistas ya recibieron varios avisos en las urnas. En apenas un año desde su victoria en las presidenciales y legislativas de 2012, el partido de Gobierno ha perdido ocho comicios legislativos parciales. La holgada mayoría socialista en la Asamblea Nacional se ha reducido y se mantiene ahora por apenas tres escaños.
Antes del receso estival, Hollande decidió tomar las riendas. Por primera vez desde su llegada al Elíseo, el presidente invitó a los líderes de las formaciones que apoyan a su Gobierno a una cena de trabajo en el palacio presidencial. El objetivo: calmar los ánimos de sus socios ecologistas y del ala izquierda de su coalición, disconformes con el rumbo de su política económica, e instarlos a cerrar filas de cara a los comicios del año próximo.
Pero esta vez, los líderes de las formaciones asociadas al Gobierno le dejaron claro al presidente que su apoyo no será incondicional y que no habrá un cheque en blanco. "Actualmente, el presidente y el primer ministro se reúnen con el líder del Partido Socialista pero no reciben a los otros. Reclamo que haya una mayor concertación", dijo Jean Michel Baylet, presidente del Partido Radical de Izquierda, uno de los invitados a la cena con Hollande.
Más complicadas son las relaciones con el partido ecologista y paneuropeo Les Verts que, aunque cuenta con dos ministros dentro del Gobierno, no calla sus críticas contra la política económica y reclama que se acelere la transición ecológica. "No escondimos nuestras diferencias pero cada uno alrededor de la mesa desea el éxito de esta mayoría", aseguró el secretario general de los ecologistas, Pascal Durand.
Reunión antes de fin de año
Hollande y sus socios de gobierno acordaron volver a reunirse antes de fin de año pero los próximos meses no serán precisamente un lecho de rosas. A principios de otoño, el ejecutivo presentará su proyecto de reforma de las pensiones que amenaza con sacar nuevamente a los franceses a la calle. A medida que se acercan los comicios municipales de marzo de 2014 y los europeos de junio, los partidos de la mayoría deberán negociar un nuevo pacto electoral. La izquierda se enfrenta a la subida de la extrema derecha que hasta ahora afectaba principalmente a su rival de la derecha, la Unión por el Movimiento Popular. Sin embargo, en los últimos comicios legislativos parciales, el partido de Marine Le Pen dejó a los socialistas fuera de la segunda vuelta y cada vez cuenta con más apoyo de clases populares y trabajadoras que antes votaban por la izquierda.
"La suerte del presidente y de la mayoría está ligada", advirtió el presidente durante un reciente encuentro con la prensa presidencial en un claro mensaje a sus socios de gobierno. Durante la campaña electoral, Hollande aseguró que, a diferencia de Nicolas Sarkozy, él nunca se comportaría como un jefe de partido y mantendría una postura más imparcial. "Yo, presidente de la República, no me comportaré como jefe de una mayoría" dijo el líder socialista durante el debate frente al expresidente entre la primera y la segunda vuelta de los comicios presidenciales.
Pero desde hace ya varias semanas, el mandatario galo ha tenido que renunciar a esa máxima. François Hollande decidió empezar a recibir grupo de parlamentarios en el Elíseo para reafirmar su autoridad, al igual que lo hacía Nicolas Sarkozy. De cara a las próximas citas electorales, parece una decisión necesaria.