Europa

La democracia cristiana revive en Italia como la alternativa a la confrontación

Enrico Letta, primer ministro de Italia. Imagen: EFE

"El poder desgasta a quien no lo tiene": este aforismo representa en Italia el símbolo del poder duradero de la Democracia Cristiana (DC), partido centrista y católico que de la posguerra hasta el escándalo de sobornos conocido como Tangentopoli (al comienzo de los 90) gobernó sin interrupciones el país transalpino. Letta advierte a Berlusconi que cese sus ataques para no debilitar al Gobierno de coalición

El autor de la frase, el siete veces primer ministro democristiano Giulio Andreotti, acaba de fallecer a los 94 años, pero, tras dos décadas de choques frontales entre el centroizquierda y la derecha berlusconiana, en Roma parece haber vuelto el espíritu moderado y mediador de la antigua DC.

Un "volver al futuro" que empieza por el historial de muchos de los nuevos ministros. De hecho, a pesar de apoyarse sobre tres bases (el progresista Partido Demócrata, el Pueblo de la Libertad de Berlusconi y el centro liberal de Mario Monti, Scelta Civica) y de estar integrado por caras nuevas de la política, el nuevo Ejecutivo italiano es claramente de cariz moderado y católico.

El primer ministro Letta, discípulo del líder democristiano progresista Beniamino Andreatta, viene de aquella parte de la DC que, tras el derrumbe del partido en los 90, decidió hacer frente común con los postcomunistas formando finalmente en 2007 el Partido Demócrata. Letta sin embargo desarrolló toda su militancia juvenil en formaciones católicas y hasta llegó a los 25 años a presidir las Juventudes del Partido Popular Europeo (PPE). Un recorrido parecido al de Angelino Alfano, brazo derecho de Berlusconi y segundo de Letta en el nuevo Gobierno, que empezó a los 16 años su militancia en las filas democristianas, siguiendo los pasos de su padre, alcalde por la DC en la ciudad siciliana de Agrigento.

Reunión de compañeros

Letta y Alfano, además, han juntado en su gabinete otros antiguos compañeros: el ministro de Defensa, Mario Mauro, y el titular de Fomento, Maurizio Lupi, vienen de las filas del movimiento Comunión y Liberación; mientras, tanto Giampiero D'Alia, ministro de Administraciones Publicas, como Graziano Del Rio, titular de Autonomías y Asuntos Regionales, fueron democristianos al comienzo de su carrera política. Hasta el antiguo vicesecretario del PD, Dario Franceschini (ahora ministro de Relaciones con el Parlamento), en los 80 fue concejal en Ferrara por la DC.

Parece que los bandos más extremos del centroizquierda y de la derecha hayan quedado fuera del nuevo Gabinete para dejar espacio a los hijos de la Democracia Cristiana. Una decisión reivindicada por Letta y necesaria para favorecer el difícil camino de este Ejecutivo, en el que la "flexibilidad" que la cultura democristiana ha demostrado podría resultar un verdadero as en la manga.

No en vano, la DC, a pesar de la inestabilidad política que siempre ha reinado en Roma, ha conseguido gobernar casi 50 años seguidos eligiendo, mano a mano, el aliado más adecuado, no importa si se tratara de comunistas, socialistas o hasta de partidos postfascistas. Ahora, 20 años después de su caída (en 1992 toda la cúpula del partido fue arrasada por acusas de corrupción), Italia vuelve a valorar una de las señas particulares de la ballena blanca: la capacidad de mediar.

Una ventaja en el exterior

De hecho, se trata de la misma calidad que se atribuye a Enrico Letta y que le resultará útil tanto en la política interior como al extranjero. Fuera del país transalpino, la matriz democristiana permite al nuevo Gobierno hablar el mismo idioma de la canciller alemana Angela Merkel y del presidente de Gobierno español Mariano Rajoy, mientras su centrismo le consiente incluso aliarse con el socialista francés François Hollande para cambiar las políticas europeas.

Por otro lado, en Italia el Ejecutivo tiene que enfrentarse a la crisis del PD (que tras el fracaso electoral y las dimisiones de su líder Pier Luigi Bersani está sumido en luchas intestinas), pero también a los problemas judiciales de Silvio Berlusconi, que acaba de ver confirmada una condena a cuatro años de cárcel por fraude fiscal y está esperando otra sentencia relacionada con la acusación de prostitución de menores. De momento es llamativo el bajo perfil que los ministros (democristianos) procedentes del partido berlusconiano han tenido, mientras el PDL defendía su líder arremetiendo contra los jueces.

"La estabilidad es el objetivo natural para el poder político y un fin indispensable para una nación que conoció las consecuencias nefastas de la extrema debilidad de Gobierno", decía Andreotti refiriéndose a la época fascista. Ahora, tras 20 años de lucha entre berlusconianos y sus contrarios,Italia intenta perseguir otra vez la estabilidad necesaria para salir de la crisis.

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