
Las generaciones de españoles que, en pleno franquismo, acudían a la vecina Francia a beber vientos de libertad ?adquirir libros prohibidos, ver películas censuradas o, sencillamente, pasear libérrimamente por la calle sin sentir en el cogote la mirada adusta de la policía política-, no podemos entender cómo, menos de cuarenta años después, Francia, cuna de la Revolución burguesa y de los grandes derechos civiles, esté dando al mundo el espectáculo estremecedor de una gran campaña homófoba contra la tardía 'ley Taubira', impulsada por el socialista Hollande y aprobada precisamente hoy, que consagrará el matrimonio entre personas del mismo sexo, entronizado aquí por el Partido Socialista en julio de 2005. La Asamblea Nacional francesa aprueba el texto definitivo sobre los matrimonios homosexuales
La reacción intolerante de una parte notable de la derecha y la extrema derecha francesas, que ha producido episodios de violencia en Burdeos, Lille y París y ha registrado el brutal apaleamiento de una pareja de varones, ofrece al mundo el espectáculo de una Francia desconocida: la proverbial tierra de asilo, donde encontraron refugio los revolucionarios, visionarios y disidentes de todo el mundo, se ha convertido en una nación dividida, donde una mitad de la ciudadanía es pacata, ultraconservadora, intolerante.
No hace falta decir que Francia no es pionera en este reconocimiento. Se acaba de publicar un recuento realizado por Jordi Vaquer que informa de que, antes de la aprobación en Francia, el matrimonio igualitario ya existe en once países y en dos docenas de estados norteamericanos; además, en este mes de abril, se acaba también de implantar en Uruguay y Nueva Zelanda y otros cuatro estados europeos ?Alemania, Andorra, Finlandia e Irlanda- se disponen a abrir el debate; Colombia y Nepal tendrán que regular el matrimonio igualitario porque así se lo exigen sus respectivos tribunales constitucionales; y en Estados Unidos y Taiwan los tribunales deben pronunciarse en un ambiente claramente favorable (el apoyo es del 58% y del 75% respectivamente)?
Según explica el propio Vaquer, frente a esta eclosión de libertad, actúa desde los Estados Unidos una oscura Organización Internacional para el Matrimonio, cuya rama norteamericana, a través del grupo cristiano Opus Fidelis, ha asesorado a los partidarios franceses de la discriminación en la propaganda online. La referida organización estaría trabajando en algunos países del Este de Europa ?Letonia, Moldavia y Hungría- y sobre todo en diversos países africanos en diversas campañas homófobas. Ha trascendido la inicua persecución de homosexuales que está teniendo lugar en Uganda, tras un proselitismo salvaje que también tiene lugar en Zimbabue y Zambia, entre otros países?
Las grandes conquistas de los derechos humanos, la penúltima de ellas la equiparación de la mujer con el hombre, han sido laboriosas y han tenido que vencer siempre a oleadas reaccionarias de intransigencia, aferrada a arcanos de insolidaridad y dominación. La lucha contra la homofobia, que tiene como lógica consecuencia la legalización de la unión homosexual con los mismos derechos que la heterosexual, se abre camino también en un mar de intolerancia que genera todavía sufrimiento y marginación.
Ante todo ello, las grandes armas de la civilización son la cultura y el proselitismo político progresista. Aunque no cabe hacerse ilusiones: hasta en Francia, que fue cuna de la modernidad, la causa encuentra épicas resistencias reaccionarias.