
Siete meses en el papel de salvador de la patria han agotado incluso a un profesor de hierro como Mario Monti. Una labor continua entre cumbres internacionales, Consejos de Ministros, sesiones en el Parlamento que todavía no han llevado a resultados concretos... Las reformas están a medias, la prima de riesgo ha vuelto a subir por las nubes y, lo que faltaba, la agencia de calificación crediticia Moody's acaba de bajar dos escalones el rating del país, hasta el nivel Bb2, a dos pasos del bono basura.
Así es que el primer ministro transalpino, que en noviembre de 2011 tomó el relevo de Silvio Berlusconi, ha decidido poner freno a su intensa actividad. Monti no sólo ha dejado las riendas del Tesoro y las Finanzas a su viceministro, Vittorio Grilli, sino que ha aclarado que no seguirá como primer ministro tras las elecciones generales de 2013.
Si el cambio en el Ministerio de Economía indica que el professore se siente más tranquilo tras las decisiones de la última cumbre europea, la renuncia a seguir en el cargo el próximo año ha despertado preocupaciones en toda Europa. Con Monti, antiguo comisario europeo de carácter más anglosajón que latino, el país transalpino está manteniendo sus compromisos, pero, ¿qué puede pasar si regresa Silvio Berlusconi, que acaba de anunciar su intención de presentarse, por sexta vez en su vida, a la elección de presidente del Gobierno?
Monti no vaciló en utilizar la amenaza de dimisión durante la última cumbre europea. Cuando Italia, junto con España, intentó tensar la reunión para flexibilizar el uso del fondo del rescate, el primer ministro italiano amagó con dejarlo todo. ¿Cansancio o estrategia? Lo importante es que la jugada haya convencido a Angela Merkel. "Mejor actuar ahora, antes de que los tecnócratas dejen las riendas del país transalpino", era su mensaje.
Sin embargo, el adiós de Monti no significa que Italia vaya a tener un Ejecutivo político en pocos meses. Las elecciones de 2013 prometen acabar como las de la pasada primavera en Grecia: sin un ganador. Entonces, el plan de los grandes partidos -y de Berlusconi, aunque no lo admita- sería apoyar otro Gabinete tecnócrata que haga las reformas más impopulares.
Monti ha dejado claro que, tras las elecciones, seguirá en política sólo como senador vitalicio, cargo honorífico para el que fue designado el año pasado por el presidente de la República, Giorgio Napolitano. Pero es imposible no darse cuenta de que, tras los comicios, el Parlamento tendrá que nominar al sucesor de Napolitano. Si en los próximos meses Monti consiguiera cosechar en Italia los resultados de sus reformas, sería el candidato ideal.
Entonces su paso atrás se convertiría en marcha triunfal hacia el Quirinale, directo al Palacio de la Presidencia de la República. El Gobierno pasaría a manos de Corrado Passera, exbanquero y actual ministro de Industria, con afán de protagonismo. Y para el professore se trataría de ver los toros desde la barrera; desde el palco presidencial.