
Los londinenses tienen este jueves una cita con las urnas para decidir entre continuidad, o reeditar el pasado. Una contradicción sólo aparente en una carrera por la alcaldía en la que los protagonistas son viejos conocidos para el público y el guión, una diatriba entre los dos antihéroes que encarnan el bipartidismo de la política británica.
Siete son los aspirantes para unos ciudadanos desencantados tras una ruda campaña en la que la única sorpresa aparece personificada en la solitaria candidata independiente, exfuncionaria, cuyo mensaje ha calado gracias al hartazgo de una población cada vez más de acuerdo con su lema de campaña: "Tan malo uno, como otro".
Y pese a ello, la batalla no va más allá. Los aludidos por Siobhan Benita son los Goliat de estas elecciones, los dos únicos que han ejercido el cargo de regidor desde su creación en el año 2000. Por el momento, el conservador Boris Johnson aparece ligeramente por delante en encuestas que le garantizan la reelección. No obstante, en las últimas semanas, el laborista Ken Livingstone ha recuperado posiciones y cuenta con posibilidades de reconquistar la responsabilidad que había desempeñado hasta hace cuatro años. Entonces, el desgaste de dos mandatos y la impopularidad récord que sufría su partido permitieron a Johnson compatibilizar los micrófonos que venían siendo su herramienta habitual con el bastón de mando.
Paradójicamente, el cansancio que ambos han amasado en el imaginario del votante constituye, a la vez, su principal enemigo. La contienda se limita a ellos, pero la dicotomía no significa ilusión. Son dos caracteres opuestos política y personalmente, pero con una personalidad capaz de fagocitar el cargo, al punto de acabar con una identificación que ha provocado la desconexión del ciudadano medio. Después de que en 1986 Margaret Thatcher suprimiese el Greater London Council que lideraba Livingstone, el objetivo de la Alcaldía promovida hace doce años era, precisamente, reenganchar a los londinenses con la democracia local.
La realidad, por contra, produjo dos figuras divisivas, con personalismos hiperdesarrollados que han provocado que esta campaña de 2012, año de las Olimpiadas, esté monopolizada por descalificativos y titulares nominales. Las reducidas propuestas planteadas han servido fundamentalmente como acicate con el que golpear al contrario, en lugar de incentivar un debate que acabó centrado en fortunas y devaneos fiscales de los aspirantes, en vez de en qué apuestas tributarias pretenden aplicar en una capital donde el coste de la vida ha obligado a instaurar un salario mínimo independiente.
El destino de los candidatos
El resultado, con todo, cambiará el destino del perdedor, en una batalla por la supervivencia en la que Livingstone se juega su última baza política y Johnson, las supuestas cartas para convertirse en el futuro líder del Partido Conservador. Aunque él lo niega por el momento, la teoría dice que Boris estaría empleando la Alcaldía como plataforma de lanzamiento para aspirar a suceder a David Cameron. Los números juegan a su favor. Las próximas generales se celebran en 2015 y, si regresa como diputado al Parlamento que había abandonado hace cuatro años, la ley le permitiría compaginar el escaño con el bastón de mando seis meses. Justo a tiempo para, virtualmente, completar un potencial segundo mandato.
No sólo eso. A pesar de que las encuestas revelan que los londinenses consideran, cada vez más, que la carrera tendrá poca influencia en sus vidas, lo cierto es que los contendientes representan dos formas de ver y hacer política. La visión del negocio como show por parte de Johnson, cuya actuación más popular en cuatro años ha sido instaurar el servicio de alquiler de bicicletas, no logra desmontar la principal crítica de su oponente: que no ha cumplido con los compromisos que había enarbolado cuando se hizo con el poder. Ni la delincuencia ha descendido el 20 por ciento prometido, es más, lo ha hecho en menor proporción que con Livingstone; ni ha sido capaz de ofrecer una solución para problemas acuciantes de Londres, como la vivienda o el transporte público, que bajo su mandato ha aumentado drásticamente, especialmente en el caso del metro, que ha aumentado entre el 22 y el 24 por ciento.
Aun así, Johnson se mantiene y todo, desafiando la tendencia nacional de su partido, que figura en las encuestas a nueve puntos de la oposición. Reta así, incluso, a la tradicional tendencia laborista de la ciudad del Támesis. El alcalde ha sido capaz de sobrevivir en los sondeos al Presupuesto más impopular presentado hasta ahora por los conservadores, distanciándose en su campaña de los problemas que han venido restando popularidad al Gobierno.