
Sentado en el Old Mill Café de Chipping Norton, David Cameron insiste en que hay votantes laboristas en su circunscripción de Oxfordshire. "Después de la guerra se trasladó aquí a mucha gente desde Birmingham", afirma. "Esto era una ciudad manufacturera, ¿sabe?". Puede que sí, pero no hay ni un cartel laborista en sus avenidas frondosas y, mientras devora con apetito su desayuno, al líder conservador le saluda una hilera incesante de electores corteses, incluido un famoso ex locutor de noticias, deseándole suerte. No hay un solo pensionista quejoso a la vista.
Cameron luce un aspecto sorprendentemente descansado para un hombre que se enfrenta a los días más duros de toda su carrera política. Me cuenta lo agradable que es pasar una noche en casa y entretenerse en el jardín con un café al despertarse. "Tengo más energía y entusiasmo que al principio de la campaña", confiesa.
'Perseguido' por Clegg
Cuando vamos al grano, es consciente de que el trayecto del Old Mill Café a Downing Street va a ser más una cuerda floja que un desfile majestuoso. Las encuestas indican que tiene casi seguro conseguir el viernes por la mañana el mayor número de votos en la Cámara de los Comunes. Sin embargo, la burbuja de Nick Clegg se resiste a pincharse y las probabilidades de un Parlamento indeciso siguen siendo elevadas. "En los próximos días tengo un gran enfrentamiento. Es la hora de la verdad", explica. Cameron tiene que convencer a los votantes de que un Gobierno conservador será duro con los gastos sin afectar a los pobres y que está preparado para trabajar, aunque, en sus propias palabras, no "ha medido ya las cortinas" de Downing Street. También deberá desgastar al líder liberal-demócrata sin parecer arrogante y persuadir a los votantes de que un Parlamento sin mayoría sería nefasto para Gran Bretaña sin sonar dogmático.
David Cameron está ansioso por exponer su visión de cómo un déficit presupuestario de 163.000 millones de libras puede recortarse de forma "compasiva". "Todo el mundo sabe que estamos en un aprieto pero quieren conocer cómo vamos a abordarlo con generosidad", asegura. "Si logramos el Gobierno, no equilibraremos el presupuesto a espaldas de los más pobres y desfavorecidos. Soy un conservador de un solo país. La gente tiene que saber eso de mí. Emprenderemos un viaje en el que no vamos a dejar a nadie atrás". Los conservadores se encuentran sometidos a una inmensa presión por parte de los laboristas, que les acusan de planear el recorte de subsidios a las familias pobres. Para ganar mañana, Cameron debe evitar quedarse embarrado ahí. Lo que sí acepta es el análisis del Instituto de Estudios Fiscales en cuanto a que los recortes que prevé son los más severos desde la Segunda Guerra Mundial. "Es obvio que habrá algunas reducciones difíciles en los programas de gasto público", declara. "Hemos intentado explicar a la gente desde el principio lo que hay que hacer pero también nuestros valores morales y cómo pensamos gestionarlo".
Cambiar la mentalidad
Impaciente por presentarse como primer ministro en potencia, Cameron expone con detalle lo que haría un Gobierno conservador en los primeros días y semanas. "Primero hay que cambiar la mentalidad", explica. "El problema de Blair es que siguió luchando durante años por unas elecciones generales que ya había ganado. Si se ganan las elecciones, es importantísimo ponerse manos a la obra, tomar decisiones a largo plazo y dejar de pensar en el ciclo de 24 horas de las noticias".
Adelanta que su primer discurso ante la Reina estará dominado por cuatro propuestas de reforma. "Hemos reflexionado mucho sobre cómo implementaríamos el contenido de nuestra propuesta electoral. Queremos un proyecto de ley que desate la iniciativa empresarial. Estará en nuestro presupuesto, aunque también se trata de una banda ancha universal". "Queremos una reforma del servicio público que consiste, principalmente, en reformas educativas. Queremos que los mejores colegios públicos reabran sus puertas en forma de centros de excelencia educativa en septiembre. En términos de educación, no queremos esperar. Tenemos el asunto de la descentralización. Tenemos planes para los alcaldes de las grandes ciudades y la transformación del sistema de planificación".
Tal vez, la ley más llamativa será la que Cameron define como la "ley de la gran revocación". "Uno de los principales cambios constitucionales que a la gente le gustaría ver es la abolición de los documentos de identidad, la supresión de la autoridad para que otra gente entre en la casa de uno y la anulación del estado de vigilancia", añade. "Queremos eliminar algunos delitos absurdos que se han creado en los últimos años y también los paquetes de documentación obligatoria para los vendedores de viviendas". Le comento que millones de personas de clase media considerarán este fin de semana votar liberal-demócrata por primera vez y le pregunto por qué deberían votar conservador. Él plantea un argumento nuevo, defendiendo que el voto a Clegg puede acabar en un país gobernado por Ed Balls, el tribal secretario de Educación de izquierdas. "El voto liberal-demócrata es un voto a la incertidumbre", asegura.
Le comento que, en el debate de la semana pasada, en ocasiones parecía a punto de estallar de ira cada vez que hablaba Brown. "Él no es estúpido", explica Cameron. "Es un hombre inteligente. Por eso, cuando dice que les estoy quitando deducciones fiscales a las familias pobres, miente. Yo sé que miente, él sabe que yo sé que miente y eso me irrita. Por lo menos, Tony Blair era más sutil en su mendacidad".
Con el cataclismo laborista se ha especulado que el resurgimiento de los liberal-demócratas podría convertirlos en el principal partido de izquierdas, pero Cameron descarta una reestructuración política. "Recuerdo que, cuando empecé en política, un amigo me dijo que, cuando se lucha contra los liberales en unas elecciones por un escaño marginal, si se está construyendo una circunvalación y ellos están al norte de la ciudad, la quieren al sur. Si están al este, lo quieren al oeste. Y así. Hasta que decidan dónde quieren la circunvalación, no van a sustituir a nadie".
Le pregunto si respeta a Clegg. "Me llevo perfectamente bien con él", contesta cauteloso. Clegg ha adelantado que el precio de su apoyo a los conservadores en un Parlamento sin mayoría sería un referendo sobre la representación proporcional. Cameron deja claro que se opondrá a esa concesión, pero también es prudente de no descartarla categóricamente. "No lo apoyo. No está en nuestro programa", explica. "No creo que cambiar nuestro sistema electoral sea una buena idea", añade.
Cameron admite que no estuvo a la altura en sus apariciones en los primeros debates electorales. "Los debates televisivos le colocan a uno directamente en el salón de la gente. Hay bastantes artificios que hay que conocer. No son como los debates en un ayuntamiento".
Sobre su futura vida familiar, no tiene duda: "Se trata de estar increíblemente seguro de lo que uno hace pero con equilibrio sobre quién es y el resto de la vida y la familia".