
Horst Hrubesch ni siquiera debía estar allí. Él no tenía hueco en la prometedora Alemania que jugaría la Eurocopa de 1980. Apareció de tapado. Por sorpresa y ante una desgracia. La lesión de Klaus Fischer forzó su convocatoria. Casualidades (o magia) del fútbol, terminó jugando y decidiendo la final que se llevó su país.
Fue la metáfora perfecta a una carrera peculiar. Una carrera que parecía escrita para transformarle en un futbolista mediocre y no en el héroe que finalmente fue. Cosas del destino. O del balompié. Sólo así se explica que seis años antes de jugar este torneo, cuando apenas sumaba 23 años, su nombre sólo apareciera en las crónicas locales de los periódicos alemanes.
Por aquel entonces Hrubesch jugaba en equipos modestos de categorías inferiores. Nada que hiciera presagiar un futuro brillante.
"Recuerdo recibir la llamada de Jupp Derwall para decirme que estaba en el equipo. Fue un momento cumbre en mi carrera. Podría haber sido convocado, pero es probable que no hubiese jugado ningún partido. Incluso antes del torneo no me llamaron a un partido ante Francia en Hannover y después todo sucedió muy rápido. Yo siempre he empezado un poco tarde. Tenía 23 años cuando jugué mi primer partido en la Bundesliga y 28 cuando debuté en un partido internacional con la selección", comenta para la página web de la UEFA.
Su buena estrella le puso en la senda de la gloria cuando el seleccionador le llamó para formar parte de la expedición que jugaría en Italia, pero aún le quedaba fortuna por repartir. Hrubesch no brilló en los partidos anteriores, pero sí lo hizo cuando se jugó el verdaderamente importante. En la final ante Bélgica (ganó Alemania 2-1) hizo doblete con tensión incluida. El último tanto llegó en el último minuto y de córner.
"Mi segundo gol llegó tras un saque de esquina de Karl-Heinz Rummenigge desde la izquierda. Como todos nuestros saques de esquina estaba preparado. Rummenigge me dio una señal y el portero Jean-Marie Pfaff cometió un error quedándose sobre la línea. Fui capaz de saltar muy alto y gracias a su fallo no tuve problemas para poner el balón en la red", relata con la humildad que caracterizó una carrera brillante.
Hrubesch terminó jugando en el Hamburgo y fue campeón de Europa en 1983 tras ganar a la Juventus. Su historial cuenta con 136 goles en la Bundesliga. Se le conocía 'Monstruo Rematador' por sus potentes testarazos. Uno de ellos escribió su nombre, para siempre, en la Historia de la Eurocopa.